Las comunidades

Las comunidades

DIÓMEDES MERCEDES
Habiendo alcanzado el sistema el nivel del desarrollo económico global actual, con éste, personas, Estados, naciones y organismos internacionales alteran su naturaleza o desaparecen, barridas por la fuerza del mercado que ha adquirido vida propia y absoluto poder sobre entidades e individuos y sobre el universo humano.

El mercado, con su dinámica y naturaleza es la nueva Jerusalén de una religión establecida, que postra ante sí casi a todo el mundo por ella transformado, frustrando toda fe en el destino de la civilización, amenazando gravemente la supervivencia y la trascendencia colectiva de la especie.

Es la culminación del individualismo extremo, creador del canibalismo inter individual con su carga de violencias recíprocas, opresiones y hostilidad generalizada, sistemática.

A estas circunstancias nos ha traído el credo de la competitividad y su código de libertad de acción y tolerancia, para el éxito, siempre que se logre. Concesión desmoralizadora dada como compensación, ante la minimización y al aislamiento que se experimenta en la soledad existencial donde se nos ha recluido, y que nos lleva a aprobar, o ser indiferente a el crimen del clan o del individuo que el sistema ha procreado a imagen y semejanza.

Concibo la moral como la higiene de la integridad o armonía de un ente, y como la conducta que nos hace responsable por los demás. De ella el ejercicio de la política en muchos de nosotros, como receta y acción contra la anomia y como paradigma de sucesivas reafirmaciones, liberaciones y conquistas de la especie.

Como hemos podido apreciar el desarrollo global del mercado y la concentración de su propiedad en manos de una casta invisible todopoderosa, ha roto las identidades que antes daban seguridad y sentido de pertenencia a las gentes, a través del papel social dentro del grupo donde la persona estaba (su familia, su raza, nacionalidad, amigos o compadrazgos, etc.) que estaban con él allí, en donde ahora está en soledad.

La actualidad es un tiempo de disolución dentro de la multitud de desolados y un período crítico de descontrucciones y destructividad sádica compulsiva. Esta última corriente tiene expresiones típicas del autoritarismo en figuras políticas internacionales como George Bush, Condoleeza Rice, Tony Blair, etc., a las que copian otros, aquí personajes como Pedro Jesús Candelier.

Las descontrucciones son algo distinto, tienen presencia en el arte desde Pablo Picasso y todos los artistas modernistas que con su subrealismo descontruyen lo que ven porque no les gusta y así lo plasman, imaginando formas nuevas aún ausentes. Presienten algo por venir, pero aún oculto, enigmático o que la realidad le veda; pero, ese presentimiento es percepción que la agudeza de su sensibilidad registra. En el país ésta es una característica en la obra del maestro Ramón Oviedo, igual que en la música primera de Juan Luis Guerra, ejemplo: Ojalá que llueva café. Por eso gusto tanto el conjunto 4-40.

Lo que los artistas no ven está en potencia en la psicología social que oscila entre esta descontrucción para reconstruir y la destructividad que se identifica con los gestos autoritarios, arbitrarios e inmorales como los de la invasión y guerra impuesta a Irak.

En el mundo actual caminamos entre una crisis del sistema de creencia en la trascendencia de la humanidad que va pareja al apocamiento y a la sensación de impotencia de las personas ante el sistema. Esta falta de creencia o filosofía política es más patética en la clase media, que vive en el pánico y en la desesperación por no resbalar y caer hacia el fondo, loca por alcanzar a los que ve más alto que la arena movediza que económicamente se la traga por acción de las políticas neoliberales que la liquidan.

Arrasados todos los símbolos que tuvieron antes representatividad y materialidad, ¿qué nos queda?. Aunque como un sujeto marginal, pero con toda la potencia, solo nos quedan las comunidades, soporte de los individuos que las integran y como bases o plataformas de la reorganización humana futura en un orden civilizatorio o de civilización superior, extraterritorial, interracial, con las ramificaciones de vínculos afines de unas con otras. Eso nos queda, política e ideológicamente, esta es la nueva pertenencia y el nuevo sujeto histórico al que la política progresista, democrática y revolucionaria tiene que adecuarse y darle expresión para hacerle resistencia a la reacción conservadora internacional.

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