Las concesiones

Las concesiones

JOSÉ LOUIS MALKUM
Hace unos días un viejo amigo me comentaba que lee todos los domingos mis artículos en el periódico Hoy. Y lo hace desde que salió Lola. Pero me decía que poca gente acostumbra a leer las columnas de opiniones de los periódicos. Que eso no hace opinión pública y que el contenido del artículo sobre las reformas, por su controversial enfoque, merecía ser discutido o tratado en un programa de televisión o en una conferencia magistral.

Le respondí que no tenía idea del nivel de lectura de esos artículos. Que tampoco me interesaba saberlo, porque no era mi objetivo escribir para hacer opinión pública. Que en el caso de las reformas, me complacía que lo leyeran personas que están envueltas en estos menesteres, porque más que criticas mordaces, chismes baratos, insultos y politiquería, que es lo único que hace opinión pública en este país, son aportes que pueden contribuir a la discusión profesional y seria de estos temas. Para mi eso es suficiente y por eso, el artículo está en el lugar indicado. 

Para mi sorpresa, el amigo me respondió que hay gente molesta con algunos de mis artículos. Que en la estafa por ejemplo, hacía referencias explícita a cuestiones que envuelven muchos intereses y se pueden malinterpretar. Aquí me confundí. Lo primero que pensé fue que la primera parte de la conversación fue un relleno. Y que el fondo del asunto era llevarme al tema que le preocupaba.

Realmente, que mis artículos sean criticados, que molesten, que diviertan o que contribuyan con una buena causa, me dan lo mismo, pero en todos los casos me complace.

Escribí dos artículos sobre la estafa. El primero, era más bien folklórico y se refería a las estafas del diario vivir. El segundo, un poco más serio, trataba de las estafas a los gobiernos. A todos. Y tocaba temas sensitivos pero evitando cualquier referencia personal, porque alguien como yo, que ha trabajado cerca de 30 años en ocho gobiernos (desde el 1962), no puede estar libre de pecados. Me puse a pensar en donde pude tocar algo específico que molestara a alguien en particular.

Pudo haber sido a cierta compañía constructora, cuando hablé de las estafas en las obras públicas, pero nunca me referí a ninguna en particular. O a cierto empresario, cuando hablé de la estafa al fisco, pero jamás mencioné casos específicos, porque hay sus excepciones. Pensé también en algún funcionario presente o pasado, cuando cuestioné las privatizaciones y ventas de empresas públicas. Pero aquí hice una referencia histórica donde no acusé a nadie y ningún gobierno fue excluido de estos casos.

Finalmente, le pregunté ¿Quién? No te diré quien pero se trata de las concesiones y específicamente Sanc Souci. Entonces comprendí. Y me referiré a este tema brevemente.

En primer lugar, lo que dije fue que ojalá este proyecto se concrete y sea de beneficio para el país. Y terminé con un “pero mantengo mis reservas”. Este proyecto me fue presentado cuando era Secretario de Finanzas. Me pareció una excelente idea y de eso son testigos sus promotores. Lo sigo creyendo hoy porque tiene grandes perspectivas de éxitos. Mi problema es que tengo cierta obsesión en todo lo que el gobierno se mete, porque sino termina en un escándalo público, como sucedió con las privatizaciones, lo hace garantizando obras con deudas soberanas y avales del Banco del Estado, que es una iniquidad. Lo que advertía en mi artículo era que el Gobierno no se involucrara en esos compromisos financieros onerosos.

En segundo lugar, creo en las concesiones y privatizaciones. Estoy convencido de que es la mejor forma de financiar grandes obras viales, puertos y aeropuertos, desarrollar zonas con potencial turístico y administrar ciertos servicios públicos. Si las concesiones se hacen a empresas nacionales sólidas, mucho mejor.

El gobierno, debería más que esperar a que vengan inversionistas interesados en las concesiones o en la compra de bienes del Estado, buscarlos donde sea para ofrecerles esas oportunidades. Para eso dispone de muchas tierras que debería vender. De muchas carreteras importantes que se pueden construir sin invertir recursos del presupuesto. También hacerlo privatizando empresas estatales maltrechas y concesionando puertos y aeropuertos que todavía administra. Inclusive, privatizar todo el sector eléctrico, tema del que hablaré en mi próximo artículo.

Pero hacerlo bien. En forma transparente. Y con empresas respetables, que no estafen al gobierno, ni que los funcionarios se presten a vagabunderías.

¿Esto es un sueño? Probablemente, pero de no ser posible, entonces dejemos las cosas como están.

Coincido con los críticos de estos procesos de desprendimiento Estatal cuando afirman que el sector privado no está libre de pecados. Que muchas empresas hacen cosas malas, cometen fraudes, abusan y creen que todo el mundo tiene precio. Y han decepcionado a mucha gente por ese proceder, gente que llegó a creer que bajo el control privado ciertos servicios públicos mejorarían. Y aquí hay ejemplos de sobra, tanto de empresas nacionales como extranjeras. Pero sigo apostando a las privatizaciones y concesiones, porque los gobiernos, nunca hacen nada bien, y cuando lo hacen, todo empeora, cargándole a la sociedad un costo mayor. Si de ejemplos se trata podemos llenar una edición completa del periódico Hoy.

Sanc Souci tiene mis mejores deseos. Sus promotores son confiables y financieramente fuertes. En mi encontrarán apoyo en lo que sea, ahora y en el futuro. Pero en el país de los sinsabores, nunca está demás una sana advertencia.

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