Las concesiones de la vida

Las concesiones de la vida

JUAN MANUEL PRIDA BUSTO
La vida nos impone cosas, situaciones. Muchas de ellas nos las entregan sin preguntarnos, aunque hay quienes dicen que antes de hacer el aterrizaje existencial nos dicen qué traeremos en la maleta, y hasta nos ponen a escoger quiénes van a ser nuestros familiares.

Vienen éstas empaquetadas en nuestro equipaje al momento de nacer, como los asuntos genéticos y los familiares que nos reciben al llegar al mundo, así como otros que luego vamos conociendo, como tíos, primos. A veces, los familiares, el entorno y las condiciones con las que llegamos y nos tenemos que desenvolver en la vida, no son las más adecuadas, gratas o deseadas.

Otras cosas o situaciones las vamos recogiendo a lo largo del camino, escribiendo con tinta feliz o infeliz, dulce o amarga, las páginas de la historia personal de cada cual.

Nos toca, así, convivir o enfrentar «amigos» (entre comillas, los que aparentan serlo y no lo son, los que por conveniencia o interés se recuestan al amparo de una simpatía o aprecio inexistentes), conocidos coyunturales, conocidos accidentales o casuales.

Muchas de estas relaciones de familia, de amistad o de tipo circunstancial, por una u otra razón no son lo agradables, estimulantes o adecuadas como hubiésemos querido.

Para compensarnos al menos un poco por esos tragos amargos, malos momentos, o compañías inadecuadas o no deseadas conque el destino nos ha marcado de manera inevitable, la vida es tan sabia y complaciente que nos otorga la licencia de escoger otras amistades, afectos y alegrías.

A riesgo de equivocarnos, como sucede en no pocas ocasiones, vamos seleccionando otras presencias en la travesía de los días por recorrer.

Hojas perennes u hojas caducas en el correr de los años, que vamos conservando o descartando según sea el caso, o que se van quedando a lo largo de la vía por desavenencias o desafectos.

Para no recargar un solo lado de la existencia únicamente con tormento, inconformidades de todo tipo o situaciones indeseadas, y no acusar a la vida de imponernos todo y poder hacer uso del libre albedrío bíblico, nos está permitido rodearnos de relaciones buscadas.

Se convierten éstas en un contrapeso a eso que la vida o el destino nos había trazado de antemano.

Se nos libera de semejante carga, en mayor o menor medida, según sepamos o no elegir, según tengamos el tino o no de acercar nuestra sombra a otra de buen talante, que congenie con nuestro carácter, gustos, perspectivas o inclinaciones.

La vida impone, pero también compone caminos.

No resulta fácil trazar una senda de holgura y acomodo en el trato, en avenencias de intereses y aprecios con los demás, pero el intento debe hacerse para no pasarnos día y noche culpando al azar por las cosas que nos echaron en la mochila cuando andábamos en trámites de abrir los ojos a la vida.

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