Las convincentes razones del descontento

Las convincentes razones del descontento

«Yo macuteo y robo para no dejar morir mi familia», decía un policía, debidamente uniformado, a voz en cuello en un carro público en la intersección de las avenidas de la Churchill y la 27 de Febrero. Se analizaba la profunda crisis económica que sufre el país, la peor desde el postrujillismo.

El chofer del vehículo, quien llegó a Puerto Rico en yola y fracasó en su intento de ir a Nueva York, Estados Unidos, advertía: «Yo prefiero que me coman los tiburones en el canal de la Mona, en lugar de morir de hambre en el país».

Son expresiones del estado de descalabro económico y de pesimismo en que vive el país, fruto de una política económica desacertada, que ha llevado a la cotización del dólar a colocarse en un lugar nunca pensado ni siquiera por los más fatalistas.

El panorama no tiene nada de halagador: depreciación de los salarios, reducción de personal en las empresas, cierre de otras, alza perpetua de artículos y medicinas, caída de la venta y una tasa de inflación que asusta a cualquiera. Pero lo peor de todo es que no se ve una lucecita en el túnel que estamos metidos.

Frente a esa realidad, la clase media ha sido condenada a la desaparición o reducir sus condiciones económicas de una forma dramática, mientras los pobres son cada vez más, pese a los discursos rimbombantes de los funcionarios del gobierno, que hablan continuamente de un programa contra la pobreza que no llega a los necesitados.

La situación actual ha conducido a una oleada de migración, incuantificable, hacia el exterior como ocurrió con la crisis a principios del 1990. La gente no sólo se ha ido en yolas, sino por la vía legal.

¿Se puede tener fe en el país cuando el gobierno no ha sido capaz de detener realmente la depreciación del peso? Todas las recetas de su equipo económico han fracasado. El dólar baja y al momento sube. Viven improvisando y los funcionarios se contradicen continuamente, sobre todo en el área económica.

Los que trabajan ven reducir su salario, cada día más enflaquecido, y sin posibilidades, en casi todos los casos, de que sea reajustado. La crisis económica ha tocado a fondo y ha afectado a sectores que anteriormente no habían sido lesionados, derribando fortunas hechas a través de un esfuerzo continuo de generaciones.

La población cifra su esperanza en las elecciones del 16 de mayo próximo cuando se espera se elija a otro presidente para dirigir el país, aunque el proyecto reeleccionista, como una patana sin frenos, pretenda seguir en el poder a partir del 16 de agosto contra viento y marea.

El malestar social y el empobrecimiento colectivo son mayores que lo que piensa la gente del Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), emborrachada de poder y de ambición sin límites. Parece que no tienen comunicación con la población o que no compran en los supermercados.

El atribuir la crisis económica a factores externos y a la administración pasada, como repiten a diario los funcionarios reeleccionistas, no tiene ningún asidero y revela mucha pobreza creativa. Nada más falta que se la achaquen a los empréstitos de Lilís, al final del siglo XIX.

En conclusión, la crisis actual, responsabilidad del gobierno perredeísta, debe ser enfrentada sin politiquería barata

para bien de los dominicanos, quienes no soportan más miseria y limitaciones.

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