Las Danzas Órficas de Fernando Ureña Rib

Las Danzas Órficas de Fernando Ureña Rib

POR JOSÉ SALDAÑA
Danzas órficas, la muestra que exhibe Fernando Ureña Rib en el Museo de Arte Moderno, es un conjunto de obras donde la poesía, la música y la danza aparecen concatenadas. El conjunto recrea todo un escenario de centelleante colorido y de honda expresión onírica.

Ureña Rib es fundamentalmente un pintor figurativo. Conscientemente se alejó de las tendencias que marca la moda, mirando con desdén los afanes de las vanguardias y transvanguardias.  Fiel a la elección de ese derrotero, y durante muchos años, la figura de la mujer continuó siendo el eje central de su inspiración. Hoy, en su obra pictórica, ella gira, poseyente y poseída, en torno a un universo impregnado de gran belleza y lirismo.

Ahora él recrea para nuestro deleite visual e intelectual, ciertos mitos antiguos. Porque además de pintor y excelente narrador, Fernando Ureña Rib es un estudioso de la filosofía, de la historia y de la mitología. Retomando uno de sus temas favoritos de la teogonía griega, Ureña Rib nos trae ahora su visión de la filosofía órfica. Aunque las obras reflejan ese mundo, la connotación pictórica, sin embargo, es independiente, válida en sí misma y puede ser juzgada con absoluta independencia de los mitos que la inspiran.

Porque Danzas Órficas transmite aquellos principios y pureza de sentimientos que caracterizan el tránsito de Orfeo, desde las profundidades del Hades, en la búsqueda de su amada, la ninfa Eurídice. Y en ese orden recordamos otra gran exposición del artista, Ninfas, presentada en el Museo de Arte Moderno en 1996. Y es que estas figuraciones son al mismo tiempo un estudio de la anatomía y de los cuerpos en movimiento de la danza. En este caso, la danza es siempre circular, es decir, infinita. Una danza perpetua de singular gracia expresiva vincula la maestría de su ejecución a la riqueza de su imaginería mítica.

Como si se tratara de estudios para una coreografía imaginaria, la disposición estructurada de los cuerpos, es enriquecida por el manejo sabio de la pincelada, que va dictando el curso del movimiento con trazos ágiles y rastros de color. El observador tiene la sensación de vencer visualmente la estática propia del cuadro, porque estos movimientos estimulan su fantasía. Los cuerpos se agitan, flotan y vibran en ese universo de sueños y de encantamiento. Así Ureña Rib crea otra realidad, que es una firme declaración a favor de la viva realidad, de la presencia actual del mito y de los sueños.

La conformación de los cuerpos en la obra de Ureña Rib sitúa al crítico en un terreno de difícil catalogación, porque los elementos figurativos funcionan más como mecanismos de relación entre espacio y forma que como entes visuales autónomos. Estas fusiones contribuyen a subrayar el anonimato de los personajes y se centran en las relaciones corpóreas. Así, el movimiento en sí y el tránsito del color en los cuerpos es lo que interesa al artista y es lo que él propone como finalidad de su obra.

La pasión por la música es otra característica destacada en la obra pictórica de Ureña Rib. De ahí esa integración de los elementos propios de esa disciplina, como ritmo, balance y la reiteración casi melódica de ciertas líneas y juegos cromáticos. La música, a su vez, se funde con la poesía inherente a las fábulas, creando todo un escenario pictórico que se vincula con el espectador para que este sea tomado de las manos y transportado a la antigua quimera órfica, a la insinuante danza de las ninfas y se acerque, por decirlo así, a las inmortales fabulaciones griegas. 

La pintura de Ureña Rib fluye como el río de la memoria. Fluye como fuente de acceso a cierta verdad histórica, fábula maravillosa de los dioses, semidioses y héroes de la antigüedad clásica, fundiendo las imágenes dentro del marco de la más auténtica creación artística. Bien es sabido que todos los pueblos, en algún momento, sienten la necesidad de explicar los orígenes del mundo. Los griegos crearon prototipos de fabulación que de alguna manera siguen vigentes hoy, como en los días de su apogeo. Pero en cada obra de este pintor se refleja el sentimiento profundo que existe en el alma de su hacedor, quien no sólo percibe la presencia y contemporaneidad de los aspectos esenciales de las mitologías antiguas, sino que los hace visibles para el gozo y la reflexión del espectador.

No es la primera vez que Ureña Rib nos sorprende.  Su pintura es siempre transformada con la inclusión de elementos nuevos que la enriquecen y la hacen más sutil y sugerente. Sus grandes formatos, iniciados en el estudio del artista en Miami, muestran el mismo equilibrio compositivo que su obra menor, en la que los espacios son distribuidos en un orden preciso. 

En la serie Órfica, que en el 2004 el artista presentara Montevideo gracias a una invitación de la Biblioteca Nacional, y del Ministerio de Cultura del Uruguay, se manifiesta esa misma capacidad de asombro. Se trata de figuras orgánicas y biomorfas que resplandecen contra un fondo oscuro como si se tratara de objetos escultóricos vivos e iluminados. Estas imágenes se basan en el relato del peligroso tránsito de Orfeo hacia las afueras del Hades, con su amada Eurídice. Las formas cobran vida y se retuercen contra sí mismas en palpitantes movimientos de espiral. Esta serie nos recuerda a otra gran invención del artista, las Crisálidas, presentada hace ya muchos años en el Museo de las Casas Reales. Como en aquella serie, aquí se integran lo figurativo y lo abstracto con admirable resolución. En estas obras, que expresan mayor libertad cromática,  se advierte el innovador manejo que artista hace de las técnicas renacentistas del claroscuro.

En Ureña Rib la renovación es constante. No hay rompimientos, más bien el seguimiento ordenado y el desarrollo de sus propios cursos de acción. Durante muchos años he seguido de cerca de este pintor y he podido darme cuenta del rigor, de la disciplina y de las exigencias que él mismo se impone en el oficio de pintar y en cada proyecto artístico o literario que emprende. Su labor creativa es apasionada, y su investigación intensa. Sólo de esa manera ha podido lograr él una obra de gran solidez y calidad plástica.

Otro aspecto que merece especial mención, tanto en la serie Órfica, como en las Danzas, es el de la sensualidad. La obra de Ureña Rib se caracteriza por un sutil erotismo que a veces se desborda en sus formas más abstractas u orgánicas. Esa sensualidad nos retrotrae, desde el mundo de los griegos,  a la esfera tropical y caribeña, porque refleja mucho de lo que somos como cultura, como pueblo, en el que la sensualidad es parte de la vida cotidiana y permea todas las cosas, incluyendo los terrenos áridos de la economía y la política. La sensualidad es lo que cubre el alma de estos cuerpos danzantes, alados, plenos de magia y misticismo.

Aunque son fábulas de la Grecia antigua las que dan origen a la creación de estas imágenes, estas se convierten a su vez en entes fabuladores y el espectador se siente tentado a recrear a partir de ellas, sus propias historias y fantasías. Ureña Rib no se detiene en el tiempo. Al igual que Orfeo, su búsqueda es infinita y en esta muestra recorre ese espacio entre cosmos y tierra, entre noche y luz, entre memoria y exploración, entre magia y realidad, entre el sentimiento trágico de la vida, del amor y de los sueños y la poesía o la danza que les sirven de testimonio y los justifican.

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