Las decisiones en psiquiatría

Las decisiones en psiquiatría

JOSE SILIE RUIZ
Cuando uno escribe, primero por consideración a los amables lectores, y segundo por respeto a uno mismo, debemos investigar, revisar y hurgar con cierto cuidado sobre los temas comentados, para tratar de no defraudar a aquellos que nos dispensan una gran benevolencia con su tiempo e interés, en la lectura.

Razón principal para uno continuar con la labor de “conversar” sobre nuestras inquietudes, que se relacionan en el caso particular con la Neurología, pues somos un simple cultor de las neurociencias. Sobre el artículo de la pasada semana nos comentaba el primo psiquiatra Dr. Enrique Silié Valdez, sobre la teoría de la decisión: “Las personas que tienen resolución y firmeza en un caso de duda, para tomar una decisión, son aquellas que psicológicamente son estables y ecuánimes, que obviamente ponderan las variables en juego, sean sociales, económicas o afectivas (psicológicas), a fin de resolver una situación ambigua que amerita resolución y la deciden”.  En verdad la corteza prefrontal (detrás de la frente) es por igual asiento en gran medida de la personalidad y la inteligencia emocional.

Con el experto psiquiatra conversamos  y nos decía que: “Respecto a una persona desarrollada con seguridad y afectos en un hogar funcionalmente afectivo, que alcance sus distintos grados de madurez según su edad y que además tenga inteligencia, aún no haya estudiado, la inteligencia y la observación le dan la firmeza para la resolución o decisión”. Hay muchas entidades en el campo psiquiátrico que alteran de manera importante la toma de correctas decisiones, de importancia en nuestras vidas. Pero por lógica razón de espacio en esta columna de opinión, el renovado periódico, en su  novedoso y muy elegante formato, obliga a ser concisos; trataremos en consecuencia, de resumir sólo algunas, esas enfermedades han producido grandes volúmenes en la ciencia de la conducta. Veamos primero los “trastornos de dependencia”, iguales en ambos sexos. Son aquellos que necesitan siempre que haya alguien ocupándose de ellos, pues son incapaces de tomar la más mínima decisión, delegan en la persona amada (padres, compañeros, esposo (a)s etc.) y tan dependientes que son incapaces de estar en desacuerdo frente a nada,  lo que deviene en que  son seres verdaderamente manejables.

 

Otra condición común, y que puede aparecer desde la infancia y recrudecer en la adolescencia, es el llamado “tipo límite o trastorno boderline”. Estos casos, son en verdad, una alteración del comportamiento, que se caracteriza por un exceso de impulsividad y el deterioro del auto-control, con gran inestabilidad afectiva. Estos personajes, son los que cometen ciertas atrocidades cuando tienen la ocasión. El otro extremo está ocupado por el “personaje temeroso”, que prefiere la dolorosa soledad a tener que enfrentarse a las comunes demandas sociales, por el temor de ser “agredido” o mal juzgado socialmente. El “paranoide”, como este personaje siempre cree que lo están persiguiendo, “haciéndole daño” de acuerdo a su psiquis, no confía en los demás, con la lógica incapacidad de “decidirse” adecuadamente. “La drogadicción”, flagelo, que es grave en nuestro medio, provoca cambios importantes de conducta. El personaje envuelto en ellas transgrede las normas de convivencia, olvida citas y compromisos, se torna mentiroso, desaliñado, agresivo, impulsivo, abandonando estudios, trabajo, el hogar; los robos y las ojeras lo delatan, y termina siendo pusilánime; penosamente cada vez más común la verificación de estos casos en el país. La depresión y las manías, por su complejidad y frecuencia, bien merecen un “conversatorio” particular que prometemos.

Por qué será que esos personajes se comportan como si tuvieran una “contusión”  en dicho cerebro inteligente (área prefrontal). Tendrían tal vez una lesión, que todavía no podemos diagnosticar, “alteración” que pudiera tener relación con su memoria o con su personalidad o con las complejas vías de conexión del sistema límbico emotivo y esa corteza cerebral gobernante. Estas conductas tal vez serán secundarias sólo a alteraciones neuronales en los neurotransmisores, será sólo genética, o es sólo la impronta en la crianza, lo cultural y/o aprendido? Si pudiéramos responder como neurocientista  a estas interrogantes, los “indecisos” e inoperantes del mundo tal vez ni lo agradecerían, pero tengan por seguro que por los aportes positivos, viajaríamos invitados a recibir el Premio Nobel.

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