Juan Hubieres, presidente de Fenatrano, tiene muy mala prensa, y no hace falta explicar por qué. El Comandante Rebelde –como se hace llamar– y su agresiva tropa han dado tanto de qué hablar, y casi siempre de manera negativa, que se han ganado a pulso esa mala fama, abonada con los frecuentes y odiosos paros sorpresa que Fenatrano ha convertido en su marca de fábrica y que tanto irritan a los indefensos usuarios de nuestro caótico sistema de transporte público. Pero tiene una virtud, muy apreciada en estos tiempos de dobleces y medias verdades: no tiene pelos en la lengua a la hora de llamar pan al pan y vino al vino. Por eso es de lamentarse que, por culpa de esa mala fama, no se ponga la debida atención a sus denuncias, como ocurrió con la banda de sicarios especializada en la eliminación de choferes del transporte desmantelada recientemente por las autoridades, acción con la que teminaron dándole la razón. Durante su participación, la pasada semana, en el Almuerzo del Grupo de Comunicación Corripio, Hubieres volvió por sus fueros, reiterando su denuncia de que la distribución del subsidio de los combustibles que el Gobierno otorga a sindicatos y federaciones del transporte ha degenerado en una mafia que obtiene pingües beneficios de su trasiego y venta “por la izquierda”. Y lo peor del caso, según Hubieres, es que en esa mafia están directamente involucrados funcionarios del gobierno que a pesar de que no tienen una sola guagua se benefician de ese subsidio, que el gobierno también utiliza –dice– para pagar a sus contratistas. Son denuncias muy serias, cuya veracidad sería fácil de comprobar con un mínimo de esfuerzo. Siempre y cuando, desde luego, a las autoridades realmente les interese desmontar una mafia que está llenando los bolsillos de mucha gente.