Las despoblaciones que modificaron la raza dominicana

Las despoblaciones que modificaron la raza dominicana

                         Uno

Mucho se ha escrito y opinado acerca de los devastadores acontecimientos en que incurrió la corona española en contra de su colonia original de la Española a principios del siglo XVII.

Y esos acontecimientos tuvieron lugar desde el 1603 al 1607  cuando la corte española autorizó al gobernador  de la isla, Antonio Osorio, a despoblar tres comunidades de la banda norte de la colonia para cortar de raíz el intenso contrabando  comercial que existía con las flotas de barcos franceses, flamencos, portugueses  e ingleses.

Estos llegaban a la indefensa costa norte, sin vigilancia ni control eficaz de los españoles,  para intercambiar  productos en especial los criollos de azúcar, tabaco,  y cueros de la abundante ganadería que existía en la isla que por más de cien años permanecía  sin aprovechamiento por la escasa población de la isla.

Los extranjeros traían toda clase de productos, en especial vinos, cristalería, telas de todas clases, artículos de labranza y esclavos para su venta. Mientras Santo Domingo, la capital colonial, languidecía sumergida en la pobreza, las poblaciones de la banda norte sostenían un floreciente comercio con las flotas de otras naciones europeas que buscaba desplazar a los españoles de su rico control de las tierras descubiertas a finales del siglo XV por Cristóbal Colón.

Las tres poblaciones de la banda norte que iban a ser despobladas o devastadas eran Bayajá, Puerto Plata y la Yaguana. Pero Osorio, no conforme con tan pocas despoblaciones, agregó Montecristi, San Juan de la Maguana, Santiago y Azua, en el sur,  y La Vega en el Cibao central. Eran poblaciones que florecían gracias al contrabando. Así, los isleños españoles violaban las rígidas  condiciones comerciales establecidas por la obtusa corona española con sus colonias y con rígidas reglas comerciales para explotar a los habitantes de las colonias españolas.

La idea del traslado de las poblaciones a zonas cercanas a Santo Domingo en torno a lo que hoy se conoce como la sabana de Guabatico que contaba con la existencia  de pastos en terrenos adaptados para el pastoreo.

Esto llevó a la creación de los pueblos de Bayaguana de la unión de La Yaguana y Bayajá. Y Monte Plata de la fusión de Montecristi y Puerto Plata. Hacia esos nuevos enclaves humanos  se trasladaron las escasas poblaciones de las zonas devastadas con las que se añadieron posteriormente. Estas acarreaban sus pertenencias y parte de su ganado ya que la carencia de caminos imposibilitaba el traslado y la mudanza de sus exiguos ajuares.

Sin embargo, la mayor parte del ganado en su traslado prefirió de volver a sus predios originales. Y ya en condiciones de libres aumentaron notablemente su cabezaje, que para 1620 con la ocupación de la isla de la Tortuga por los franceses y otros piratas, tuvieron una fuente de alimentación y de riqueza por los cueros que obtenían del sacrificio de cientos de reses sin dueños que abundaban en la desolada banda norte de la isla en condiciones de montaraces  y salvajes.

Ya con los franceses y nacionales de otras naciones europeas establecidas en la Tortuga se incursionaba constantemente en la desolada zona norteña de la isla. Poco a poco se fueron enraizando para una vida sedentaria  y productiva. Para 1697, por el tratado Ryswick, España le cedió esa franja occidental de la isla a Francia. Y en pocos  años se convertiría en la colonia más rica de los europeos en América.

Francia, hasta 1796 pudo desarrollar su colonia con los esclavizados  africanos, que ya para ese año, conociendo lo que había ocurrido en Francia en 1789, se rebelaron e iniciaron su lucha por la independencia. Esta  la lograrían en 1804. Fue una sangrienta revolución que exterminó a toda la población blanca de la colonia. El poder negro se entronizó en Haití  y sin prerrogativas para otras razas. 

Desde aquella ocasión, gracias a la incapacidad española de gobernar  la isla, y aceptando a los franceses en occidente, comenzaron los padecimientos de la escasa colonia española en oriente.  Esta soportó una ocupación haitiana de 22 años de la cual se sacudió gracias al espíritu de la raza que ya crecía en el corazón de los dominicanos.

Estos fueron enardecidos por la ferviente prédica de Juan Pablo Duarte y sus demás compañeros trinitarios. A partir de 1844 y hasta 1856 le hicieron morder el polvo de la derrota en doce formidables batallas a las tropas  haitianas que hasta se rebelaron en contra de sus dictadores para no invadir el este de la isla donde caían a montones por la furia dominicana de ser libres y tener una nación. 

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