Las dificultades para lograr consenso en los partidos

Las dificultades para lograr consenso en los partidos

Teófilo Quico Tabar

Como algunos dirigentes políticos están hablando de consenso para lograr acuerdos internos, deseo recordar un evento internacional en el que se analizaron diversos métodos de solución a confrontaciones en los partidos, en el que se planteó el consenso entre los dirigentes, sobre lo cual, el conocido político, diplomático e intelectual venezolano Arístides Calvani, desaparecido trágicamente en un accidente aéreo junto a parte de su familia, ofreció la siguiente definición: “Consenso es un acuerdo, con el que nadie está totalmente de acuerdo, pero contra el cual nadie quiere hacer valer su desacuerdo, porque está convencido que el acuerdo logrado, es el óptimo alcanzable, dentro del desacuerdo”.

El principal problema, según el propio Calvani, consiste en determinar entre quienes lograr el consenso, porque se debe saber quienes tienen derecho a ello, y si los demás lo aceptan. O sea, que el problema no consiste en cual método escoger, sino entre quienes, porque si se buscan acuerdos es porque hay desacuerdo, de forma o de fondo.

Se cuestionaba también, si el método del consenso podría suplantar las decisiones democráticas, y la respuesta retornaba a su inicio, pues las causas que normalmente impiden las soluciones por la vía democrática, casi siempre están vinculadas a las dudas en cuanto a quienes componen los organismos de decisión partidarios, alegando que no están bien definidas las estructuras de base, o que las directrices las acomodan a sus intereses.

Y como si existieran vasos comunicantes, los mismos argumentos que se esgrimían para una solución por vía democrática, aparecían cuando se planteaba el consenso.

Como una de las razones fundamentales para la existencia de los conflictos era la desconfianza, la principal conclusión de aquel evento fue, insistir en la necesidad de fortalecer los organismos de supervisión y organización, a fin de evitar suspicacias, pero reiterando que, aún cuando no haya definición clara sobre quienes podían decidir los destinos de una organización, no existía otro método más idóneo que el que se produce por la expresión libérrima de sus miembros.

Porque hay que tener en cuenta, que aunque todos los dirigentes tengan o manifiesten las mismas intenciones, las aspiraciones personales existirán concomitantemente con los principios democráticos. Y como uno de los aspectos fundamentales de la democracia es precisamente respetar el derecho a elegir y ser elegido, los partidos tienen que adaptarse permanentemente a la idea de que todo quien tenga aspiraciones, pueda hacerlo legal y limpiamente, y que lo que decidan sus mayorías sea respetada por todos. La pregunta está en: ¿cuáles mayorías o quienes componen esas mayoría?

Y como evidentemente algunos problemas que surgen hoy son similares a los que se planteaban hace tiempo, la sociedad debe forzar para que la Junta Central Electoral le exija más claridad a los partidos en todos los aspectos, con énfasis sobre sus cuadros dirigenciales y sus padrones. Que cada movimiento interno esté al alcance, incluso de cualquier ciudadano. Con más razón, mientras dichas organizaciones reciban dinero de los que inconsulta y generosamente aportamos los ciudadanos.

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