Las dos caras de la solidaridad con Cuba

<p>Las dos caras de la solidaridad con Cuba</p>

CHIQUI VICIOSO
Los pueblos de América y el Caribe tienen un historial de solidaridad con Cuba. En lo que a la República Dominicana concierne es una vieja y hermosa historia que comenzó cuando el indio Hatuey cruzó en su yola las aguas que separaban el entonces Ayiti de la isla de Cuba, para advertir a los indígenas sobre la violencia colonizadora.

Esta solidaridad se manifestó de manera conmovedora durante las gestas independentistas cubanas, cuando el general puertoplateño Loynaz, padre de la poeta Dulce María, le entregó su fortuna en Nueva York a José Martí para apoyar la lucha contra el colonialismo español, y cuando el dictador Ulises Heureaux, alias Lilís, financió la expedición a Playitas, justificándose frente a Martí con una insólita frase: España es mi esposa, pero Cuba es mi amante.

Son antiguos e indisolubles lazos de solidaridad que tienen que ver con las ideas, pero también con la sangre, porque sangre dominicana tenía María Grajales, madre de Antonio Maceo, y también José Antonio Mella, y dominicano era Heredia, cuyo combate estaba en las palabras.

Esta solidaridad histórica tiene que ver con lo que Cuba simboliza, porque a los pueblos no les interesan las palabras sino los hechos, no la retórica sino las estadísticas; lo que convence a los pueblos, a contracorriente de toda la maquinaria mediática que adversa la Revolución Cubana, es la gloriosa historia solidaria de Cuba en relación con otras naciones: los 600 médicos cubanos en Haití, los miles de estudiantes haitianos becados por el Estado cubano; los treinta mil médicos que viven en las villas Miseria de Caracas y otras ciudades de Venezuela, donde ningún médico de clase media se ha aventurado nunca; los cien mil que han recuperado la vista a través de la operación milagro, una operación que debió empezar aquí con quince mil ciegos por causas prevenibles, si a nuestro Estado le hubiera interesado esa posibilidad.

Es la heroica historia de Cuba y su ejército en el combate al racismo y al Apartheid en Sur Africa, donde pelearon 350,000 cubanos y perdieron la vida unos dos mil, sin que hoy se pueda decir que Cuba posee una sola propiedad en ese país, un solo interés comercial, en el continente africano. ¿A quién se le podía ocurrir que una pequeñita isla del Caribe, a noventa millas de los Estados Unidos, podría derrotar a los soldados mejor equipados y entrenados de Sur Africa?.

Tengo por experiencia que en todos los países que he visitado, para que ubiquen a la República Dominicana debo decir que está al lado de Cuba. Que Cuba sea un referente geográfico mundial de la solidaridad es una victoria de su Revolución Cubana y de su estratega principal el Comandante Fidel Castro, una solidaridad que nunca podremos agradecer lo suficiente.

Empero, hay otra cara de la solidaridad con Cuba y es el hecho de que los pueblos entienden que al solidarizarse con la revolución cubana sintetizan su anhelo revolucionario. Una expresión muy clara de esta apropiación de la solidaridad con Cuba como bandera de lucha, han sido los juegos de béisbol entre la República Dominicana y Cuba durante los doce años de Joaquín Balaguer, cuando un pueblo eminentemente beisbolero, nunca dudó en apoyar a Cuba en contra de sus propios equipos de béisbol.

¿Por qué? Porque esos juegos se convirtieron en el escenario para expresar no solo la solidaridad con Cuba, sino nuestras propias ansias revolucionarias. Por eso, al dar gracias a Cuba por todo lo que ha sido, lo que es y seguirá siendo para nosotros y el mundo, felicitamos a su ideólogo y mayor estratega, el Comandante Fidel Castro, junto con Nelson Mandela el hombre, orgullosamente caribeño, más universal de este siglo.

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