La alerta epidemiológica emitida ayer por el Ministerio de Salud Pública ante el avance acelerado de la mutación ómicron del virus SARS-CoV-2 es una forma de advertir a la población de la inminencia de un daño a la salud colectiva que obliga a ejecutar acciones inmediatas y eficaces hasta superar la intensidad de los contagios.
Aparte de su excepcional capacidad de transmisión, la variante sigue causando síntomas leves con menos llegadas letales a los pulmones que las producidas con anterioridad por el patógeno de difícil control.
Su incidencia de menor gravedad hasta ahora no puede ser motivo para subestimar una peste a la que todavía falta conocer con más certezas científicas; una ausencia de precisiones ante las que mucho proceden la prudencia y el apego a normativas bien conocidas para preservar la salud y la vida.
Se incrementan, eso sí, los motivos para vacunarse, usar mascarillas y evitar aglomeraciones adhiriéndose con responsabilidad y alejado de pánico a la línea de conducta que es necesario generalizar por el bien común.
Aunque no se dictara una prohibición absoluta de formar multitudes, solo debe asistirse a lugares en los que se garantice, por estrictas directrices de los organizadores o voluntariamente, que habría suficiente distancia entre los concurrentes.
La batalla que urge ganar en este momento con civismo y solidaridad con el prójimo es la de protegerse de la expansión viral.
Evitar multitudes con bebidas que empujen a rebasar inhibiciones
Darles entusiastas bienvenidas a las tercera y cuarta dosis
Tener presente a muchas personas vulnerables hasta a la simple gripe