Las dos caras de Trujillo

Las dos caras de Trujillo

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
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Trujillo fue también un constructor. Toda edificación monumental que tenemos, desde el Palacio Nacional hasta el de Bellas Artes; la creación de la moneda nacional, el peso, a la par con el dólar; el pago de la deuda externa; la fundación del Banco Central y del Banco de Reservas; la construcción de la carretera Duarte, ¡toda de cemento! (claro, la única fábrica de cemento era de su propiedad); la producción de azúcar (cientos de miles de toneladas de azúcar, que los norteamericanos compraban pagando un precio preferencial, así como obras públicas y, algo de suprema importancia, la dominicanización de la frontera, fueron obras de Trujillo.

Muchas cosas hizo Trujillo, buenas y malas, por lo que hay que decirlas todas.

Los asesinatos de los enemigos del régimen puso a este país “pianito”. Un primo hermano mío, Moisés Castellanos, fue asesinado en Puerto Plata poco antes del desembarco en Luperón y muchas fueron las familias que tuvieron que llorar algún pariente muerto por las hordas asesinas del régimen. Trujillo no consentía que nadie ni siquiera pensara en ser Presidente de la República, cargo que destinaba a su hijo Ramfis Trujillo, alguien que pudo tenerlo todo, si hubiera sido inteligente, pero los pantalones de su padre le quedaban estremadamente anchos.

Yo, como profesor universitario de Historia Universal, me he sumergido en nuestra propia historia y en la del vecino país. He conocido buena parte de la “élite” haitiana y sé de su valor intelectual enorme.

Pero Trujillo no previó el futuro, no vió que su hijo mayor era solo un bueno para nada y permitió crímenes horrorosos, culminando con el de las hermanas Mirabal, que selló el destino de su régimen.

De los Trujillo solo queda Angelita, de unos 70 años (o algo menos) de edad y residente en Miami. Después, hermanos e hijos han desaparecido. Queda un remanente en Miami, pero de otro orden, de otra moral, de otros sentimientos.

Trujillo hizo muchas cosas buenas y muchas malas. Su final llegó intespectivamente, por lo que dudo que haya podido arrepentirse en el momento supremo.

Pero hablar de Trujillo, para hablar del “trujillato”, hay que saber lo que pasó del 1930 hasta el 1961. Se han escrito centenares de libros sobre Trujillo, pero falta que en nuestros libros de historia se diga lo que tiene que decirse.

Y esto, para que las nuevas generaciones sepan la historia dominicana completa. Es muy fácil hablar del “trujillato” ahora. Pasar como “trujillista (sin Trujillo) es una solemne tontería. O cobardía. Y ser tildado de “antitrujillista” auténtico, como Antonio Imbert Barreras, Poncio Pou Saleta y otros que arriesgaron sus vidas cuando fue necesario, es muy fácil.

Santana está en el Panteón Nacional. Sus restos descansan (¿?) frente a los de María Trinidad Sánchez, algo que estremece. Porque, ¿qué diferencia existe entre Santana y Trujillo? Ambos fueron asesinos sin escrúpulos, pero el primero deslustró su espada independentista anexando el país a España, y el segundo, por la mala (1937) o por la buena, conservó nuestra independencia “a jacha y machete”.

La historia debe ser escrita con todos sus protagonistas. Que los historiadores verdaderos investiguen, escriban y que dejen que el pueblo condene. En estos casos, los de Trujillo y Santana, no hay que perder mucho tiempo para dar un veredicto acorde a lo acontecido: ¡¡¡CULPABLES!!!

Pero habremos llegado tarde, porque ya EL dictó ese veredicto con pleno conocimiento de causa: ¡¡¡CULPABLES!!!.-

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