Informe especial
Preferencia por las superficialidades
Sin una raya de Pizarro que coloque en lugar aparte lo infundioso, el caudal de intercambios de mensajes centrados en lo personal y vacuo y la excesiva vinculación a materiales para el entretenimiento improductivo, todo lo útil y enriquecedor a que se puede llegar por Internet, incluyendo las fuentes idóneas de información periodística, corre el riesgo de aparecer como formando parte de una confusa mezcla con lo deleznable.
La parte constructiva y verdaderamente útil a la sociedad contenida en el ciberespacio es llevada a permanecer en la ingente tarea de sobrevivir obteniendo para sí una cuota importante de atención a través de máximos esfuerzos por atraer la atención de una miscelánea de públicos en los que lo superfluo pesa demasiado. República Dominicana no escapa a los riesgos de una presencia desproporcionada de lo secundario y mediocre en ámbitos digitales.
Visto por su tráfico de mensajes por redes sociales y por el manejo sin depuración de conceptos y versiones desde plataformas exitosas mercadológicamente en captación de seguidores y publicidad, el país podría parecerle a los foráneos en notable desencuentro con sus claras prioridades y con poco sentido del valor y trascendencia de los temas que al final de todo serían los que más definirían el destino de esta nación.
Con el borrado de fronteras, gracias a la magia de la electrónica que todo lo vuelve cercano, instantáneo y fascinantemente trivial, las colectividades, incluyendo la dominicana, están más expuestas que antes a un universo de frivolidades, inmediatismos y visiones de atropellantes injerencias en vidas privadas, con la sobrestimación de rumores y efímeros relatos de incidentes que ocupan demasiada atención. Lograr que la gente acepte como verdadero lo que es de signo calumnioso, y estampe la firma de su credulidad sin mirar para los lados, está, como nunca antes, al alcance de cualquier propósito espurio.
Los sistemas satelitales y de cables submarinos están a su disposición.
Los entes cuestionables de esta modernidad reciben más «views» y logran más «pegada» entre los destinatarios de contenido que los que merecería la prensa tradicional que se digitaliza confiando en que la difusión de informaciones, análisis y opiniones ejercida con una profesionalidad acrisolada con los años, le garantizaría una espléndida preferencia.
Le queda un tanto a su favor: el berenjenal de «fake news» y los reenvíos irresponsables e incontenibles de versiones oficiosas y generalmente apócrifas llenan de tal forma de confusión y dudas a ciudadanos del mundo, incluyendo a los dominicanos, que se afianzaría la tendencia a convertir a lo que antes solo predominaba como impreso en oasis de certificación de la verdad en el espectro informático.
El riesgo de crecer. El periodismo digital dominicano se ha democratizado de tal forma con la masificación del uso de teléfonos inteligentes fáciles de adquirir, que fungir de periodista con el lanzamiento indiscriminado de textos a multitudes de usuarios del internet con poca inversión hace que los especialistas de la comunicación consideren difícil establecer cuántos periódicos electrónicos hay realmente en el país.
En algún momento, alguien con capacidad para hacerlo contó 539 con sus propios sitios web, aunque se trata de un conglomerado que cambia de tamaño cada día. Muchas iniciativas nacen o se extinguen a velocidad.
Está presente en los estudiosos una gran preocupación por las condiciones profesionales, a veces notoriamente precarias, de los advenedizos que se dirigen a un público local de limitada capacidad para establecer diferencia entre los proveedores de información que cumplen sus fines éticamente, con independencia y objetividad, y los que no.
Desde la falta de idoneidad se puede salir a competir con los medios sustentados en inversiones millonarias generadoras de empleos formales y estables para dar la mejor terminación a sus productos. Ya lo dijo con toda pertinencia el profesor Julio Larrañaga, de la Universidad Complutense de Madrid: «en Internet los periódicos online no solo tienen que competir con las web de los otros medios, sino también con otros proveedores online de noticias».
En esa batahola es que entran en juego los oportunistas dispuestos a llevarse el mundo por delante dándole una fuerte amplificación, facilitada por la electrónica, a especies que llegan a su encuentro en cualquier sitio, sobre todo en la red, sin contrastación alguna de fuentes ni procurando un contacto directo con hechos y testimonios que confirmen lo que se atreven a redifundir.
A decir verdad, y por la tendencia a juzgar el todo por una de sus partes, el prestigio de la comunicación por la vía digital en la que se mezclan mansos y cimarrones no está debidamente protegido y es muy común que las redes sean usadas para compartir noticias virales que terminan resultando falsas o al menos químicamente impuras, propiciadoras de desinformaciones de velados fines, en competencia con los medios que de toda legitimidad.
La Constitución dominicana valida a la libertad de expresión e información lo que para algunos entendidos en la materia es lo que sirve de base a la «democratización y proliferación de los medios de comunicación tradicionales y digitales en nuestro país».
Engancharse para qué.- La búsqueda de noticias por la internet es uno de los usos que habitualmente dan muchos jóvenes a su comunicación móvil pero en sus hábitos la prioridad es abrazarse a los servicios de mensajería instantánea con los que estrechan relaciones de tipo muy personal que tienen poca cosa en común con los temas periodísticos. El dispositivo móvil es su mejor aliado para la vida en sociedad y para una variedad de intereses que suelen estar encerrados en la frontera de su privacidad.
La profesora madrileña de periodismo Bárbara Yuste dice reconocer que Internet proporciona una gran cantidad de contenidos pero que también es cierto que el consumo de estos se produce a un ritmo veloz y de forma simultánea a otras actividades, lo que en ocasiones impide la reflexión y el análisis de aquello que se está consumiendo. Navegantes de pacotilla.
Es decir: la falta de peso específico de los temas preferidos por una parte de los usuarios juveniles del sistema digital les impide ser significativos consumidores de textos periodísticos. En el primer plano del discurrir por la vida de cualquier chaval priman el círculo de amigos y las cercanías que generan entusiasmos y estrechan relaciones sentimentales, sin que por ello, necesariamente, hayan desaparecido los buenos hábitos de lectura, propósitos educativos y otras dignas propensiones.
Sin embargo, cada día hay más preocupación por el tiempo que, sobre todo los niños y los jóvenes, dedican a las redes sociales. «Solo Dios sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos». Lo anterior fue dicho por Sean Parker, expresidente de Facebook.
Investigaciones de universidades de Estados Unidos se han centrado en el poder adictivo de las redes a través de las cuales llegan continuas «gratificaciones» de cortos momentos que inducen irrefrenablemente a muchos usuarios a volver, volver y volver a hacer clic en busca de más pequeñas satisfacciones.
Sin embargo, Parker sigue siendo un coloso en el mundo de la informática y de ser parte de la etapa inicial de Facebook pasó a ser cofundador de empresas afines y se convirtió en uno de los accionistas de la plataforma de streaming musical Spotify. Con todo y los peligros que podría encerrar el Internet, a costa de él su fortuna estaba estimada en el año 2014 en 3,100 millones de dólares.
La búsqueda de noticias por la internet es uno de los usos que habitualmente dan jóvenes a su comunicación móvil
El regusto por lo banal.
El columnista marroquí Mohamed Charbi ha sostenido, en un artículo digital, que en estos tiempos el tratamiento banal de los asuntos es más peligroso que la pandemia de la Covid-19: «Últimamente, el mundo está viviendo sus peores momentos ( ) y esto no es por las guerras ni por las epidemias sino por la banalización que se extiende como una gota de aceite por todas las sociedades contemporáneas».
Entiende que en esta época «lo banal supera con creces lo útil y lo relevante». Aunque se trate de un asunto generado por equivocación, la gente tiende a valorar cada vez más la irrelevancia, la estupidez y la trivialidad en detrimento de lo que es importante, relevante y trascendente.
Así parece aludir a la postverdad, concepto que puso de moda el «estilo Trump» en Estados Unidos. y todo esto sucede «a través de las redes digitales que nos envuelven y en las que estamos atrapados». Mario Vargas Llosa, el Nóbel autor de la obra «La civilización del espectáculo», ha sostenido que aunque la sociedad necesita divertirse, no es lógico que el entretenimiento se convierta en el valor supremo porque tal subyugación conduce a enfoques que no profundizan en la realidad.
Mientras muchos mueren por enfermedades que se resisten a desaparecer, las indisciplinas que sabotean los esfuerzos científicos contra la Covid-19, son movidas por un gusto exagerado por los placeres de los sentidos. ¡Caiga quien caiga, y a pesar del toque de queda, ese pote me lo bebo yo!». ¿Sorprendería que alguien se pronunciara de esta forma en el país?
El periodismo digital dominicano se ha democratizado de tal forma con la masificación del uso de teléfonos inteligentes
La búsqueda de noticias por la internet es uno de los usos que habitualmente dan jóvenes a su comunicación móvil