En todas las comunidades dominicanas que estuvieron motorizadas por la industria azucarera se conoce el impacto y significación de la palabra zafra. Era y puede ser que en algún lugar todavía sea, sinónimo de alegría, producción, florecimiento de la economía y vida, asociados a la cosecha de la caña de azúcar; pero cuando terminaba, todo se apagaba para reaparecer el tedio, las privaciones y la recesión.
Las elecciones terminaron; la campaña electoral también. Las personas e instituciones que se alimentan de los agobiantes torneos electorales, terminaron su zafra. La encuesta final se produjo en las urnas y los últimos resultados continuarán siendo comentados durante algunos días por los comentistas o hablistas consuetudinarios de la radio y la televisión, que además son arreglistas del país y el mundo conforme al nivel de sus recursos intracraneales (¿intelectuales?) y que en ocasiones son muy bien pagados en forma proporcional con su copro-logorrea, especialmente a favor de los gobiernos de turno.
La industria electoral cesa por los próximos 2 a 3 años (¡ojalá y sean 4!) y es posible que ello permita el que otras industrias realicen su trabajo en forma más eficiente y que se incrementen las oportunidades de empleos para todos, en la construcción, aseo y mejoramiento urbano, rehabilitación agropecuaria, tecnificación y modernización educativa, infraestructura y mayor apertura de servicios de salud, reordenamiento y control del transporte público, seguridad barrial, municipal y provincial, con ampliación de estructuras y organizaciones deportivas escolares y comunitarias.
Lo anterior no es una copia de ningún programa de gobierno; es una zafra que hemos ansiado los dominicanos y esperamos que dure más allá de los cuatro años del próximo gobierno.