Ahora que Puntarena comienza a dar sus primeros pasos en su desarrollo, la bahía de Ocoa y la de Las Calderas se colocan en la mira del interés nacional para un aprovechamiento turístico integral por su peculiar ubicación en el mar Caribe y al sur de la isla.
La ubicación de las dos bahías permiten que encajen en proyectos de desarrollo turístico de muy buena factibilidad económica. Hacia esa dirección apuntan los objetivos del grupo de Puntarena. La presencia de las dunas y las salinas en la bahía de Las Calderas confluyen como un estimulante para que el turismo, hasta ahora interno, se ofrezca al exterior como algo digno de ser disfrutado.
Situada en el extremo suroeste de la provincia Peravia se encuentra ubicada la bahía de Las Calderas con una excelente protección natural de las dunas por el lado sur y por el norte el cerro del Burro. También marca la entrada a la Bahía de Ocoa. Las salinas están ubicadas en el extremo oeste de la península, las cuales reúnen las condiciones naturales para ser productoras de una excelente sal marina. Ofrece un excelente balneario en una playa de arena negra disfrutado semanalmente por decenas de visitantes.
Las bahía de Las Calderas es un refugio natural, que desde el descubrimiento de la isla en 1492, ha tenido su utilidad para proteger barcos y vidas. Eso ocurrió por primera vez con Cristóbal Colón que se refugió para guarecerse del paso de un huracán tropical en 1502.
En el siglo XX, la Bahía de Las Calderas, protegida por las dunas, fue aprovechada por sus características estratégicas para instalar una base naval. Estos planes se hicieron realidad durante la dictadura de Trujillo. Durante los años conflictivos de la década del 30 y del 40 con los acontecimientos bélicos de la II Guerra Mundial sirvió como estación de reaprovisionamiento de combustibles de los hidroaviones norteamericanos que patrullaban el mar Caribe a la caza de submarinos alemanes. Durante la dictadura las dunas y la bahía era una zona muy restringida para el tráfico de personas.
Las dunas, que se extienden en esa península desde Las Salinas hasta el Arroyo Bahía, se ubican en una franja paralela al mar en dirección franca este-oeste de más de 15 kilómetros. Las dunas están compuestas por una fina arena fruto de las crecientes milenarias de los ríos Nizao, Baní y el Bahía desde la época del pleistoceno de la isla. Esas reservas de arena de alta calidad durante muchos años, desde 1962, fue la atracción del sector de la construcción.
Las dunas, para finales de la II Guerra Mundial y en la década de 1950 eran poco conocida por los banilejos. El conocimiento que se tenía en Baní era por la existencia de las salinas que el dictador Trujillo se las había apropiado, quitándole esa riqueza a los banilejos, hasta que en 1961 fueron devueltas al Ayuntamiento de esa ciudad. La existencia de la base naval incentivó en la juventud rural de la zona a engancharse en la armada para hacer carrera.
Para las generaciones banilejas que sucedieron al Centenario de la Independencia en 1944, las dunas no figuraban entre las opciones de exploración o de visitas. Tan solo se iba a Las Salinas a conocer los estanques donde germinaba la sal marina. Las dunas se presentaban como el obstáculo natural muy necesario para proteger a la bahía. En una ocasión durante la dictadura, Trujillo se lo manifestó a mi padre. Decía que nunca permitiría la extracción de arena en la zona, ya que permitirlo sería la muerte de las salinas y de la bahía, al quedar expuesta a los vientos y el oleaje del indómito mar Caribe.
La devastación que se produjo después la muerte de Trujillo en 1961 fue una agresión desmedida en contra de la naturaleza. Todavía no existía conciencia por la protección del medio ambiente. Eran decenas de camiones de volteo que desde 1962 incursionaban en la zona de las dunas al este del poblado de Las Calderas hasta Matanzas. Muy poco era el control oficial para evitar la devastación de la zona.
Pero en la década de 1990 se tomó conciencia de los daños ecológicos que se estaban produciendo en contra de las dunas. Una oleada de opinión popular con manifestaciones de las cadenas humanas protagonizadas por los sectores de opinión de Baní y a pleno sol caribeño impactó en el gobierno para tomar las acciones de protección adecuadas.
Desde entonces las dunas se exhiben como un patrimonio invaluable de la nación. Permite un disfrute pleno, ya que les ofrece a los visitantes estar en contacto con un mini desierto del Sahara con la novedad que hacia el sur se puede deleitarse con las aguas azules del mar Caribe y su impetuoso oleaje del extremo sur de la península de Las Calderas.