Las Dunas, sus salinas y Baní

Las Dunas, sus salinas y Baní

Hace muchos años, en 1984, el honorable síndico de Baní, señor Roberto Aguasvivas, nos honró, declarándonos “Hija Adoptiva de Baní» por haber defendido su integridad frente a una grave amenaza. Nos embargaba mucha emoción, ya que como geógrafa y ambientalista, habíamos explicado en muchas conferencias y talleres el proceso formativo de esas construcciones móviles, su rol vital para la preservación de las Salinas, de los salados y manglares, de la Bahía, productos del «vaivén» de las pequeñas mareas en sotavento. Sin embargo, años después, la actitud del ayuntamiento en relación con ese extraordinario paisaje natural nos deja perpleja y preocupada.

No nos referimos a la instalación del astillero. Fue una muestra de inteligencia regional, por inscribirse en una pura tradición armónica entre el mar, los barcos y la Bahía.

Una y otra vez, se evidenció, ahí, las delimitaciones antojadizas, arbitrarias y sin criterios de las áreas protegidas de nuestra Isla, que muchos defienden ojos cerrados por emoción.

Nos referimos al estado ambiental actual de ese paisaje.

La modernidad se ha apoderado de esos banilejos emprendedores que administran los destinos de ese municipio con la reputación envidiable de ser el mayor recaudador del país, pero, la Sala Capitular de Baní da la desagradable impresión de no amar su Bahía, sus Dunas y sus Salinas. No las defienden, solo las explotan.

Las Dunas están siendo vendidas por pedacitos, en el poblado, por «Calin» amigo del actual síndico y, además, son invadidas por unas especies forestales que recubren sus onduladas formas y disfrazan su aridez natural.

Nos preocupa el estado de sus manglares y los salados enfermos a muerte por la contaminación de los gases, aceites y desechos só1idos y el proceso de urbanización de esa franja como una barrera que aísla los salados de los manglares y la Bahía.

En cuanto a los Astilleros, tan útiles para el poblado, reparan barcos y otras embarcaciones sin supervisión en cuanto a los flujos y procedimientos técnicos.

Pero lo peor son las Salinas, tan extraordinarias y de misteriosa belleza, que necesitan más inversiones y mejor integración urbana, pero no por eso deben ser cedidas a una famosa marca de sal que está tras esa «perla».

Nos preocupa su porvenir.

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