Las edades y el cáncer

Las edades y el cáncer

Sergio Sarita Valdez

Los estudiosos de las enfermedades tumorales malignas distinguen los períodos de la vida en que son más comunes las neoplasias. Por ejemplo, los tumores óseos y cerebrales tienden a ocurrir con mayor frecuencia en las dos primeras décadas, en tanto que los cánceres del intestino grueso aparecen en individuos que pasan de los sesenta años. Las leucemias agudas típicamente se ven en la infancia. El carcinoma del cuello uterino muestra su punto de máxima incidencia a los cuarenta años. El adenocarcinoma del endometrio es un tumor uterino que aparece en mujeres postmenopáusicas. En el hombre, el carcinoma prostático tiene su pico alrededor de los setenta años de edad.

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Lo arriba enunciado se mantuvo como una constante por más de cincuenta años en el pasado siglo XX. Entrado el nuevo milenio, las estadísticas nos vienen mostrando un nuevo y preocupante perfil epidemiológico en el comportamiento de varios tipos de cáncer. El adenocarcinoma colorrectal se está detectando cada vez con mayor frecuencia a una edad más joven que la acostumbrada. El doctor Dennis Parsons Burkitt, de nacionalidad británica, notó que en el área agrícola de Sudáfrica era raro el cáncer de colon en los grupos tribales nativos. En cambio, en los blancos ingleses residentes en la capital sudafricana era común el adenocarcinoma colorrectal. El facultativo llevó a cabo un experimento introduciendo diminutas esferas plásticas en la comida de voluntarios de ambas poblaciones, notando que el tránsito intestinal de los alimentos era más rápido en los nativos, en tanto que se tardaba horas en defecar las esferas en el caso de los colonizadores británicos. Notó que la dieta del ciudadano urbano era a base de carnes y muy poca fibra, mientras que las tribus basaban su alimentación en vegetales, frutas y mucha fibra. Es muy probable que la alta incidencia de cáncer colorrectal y la baja en la edad de aparición en el mundo desarrollado guarden mucha relación con las costumbres dietéticas.

Es una realidad probada que el carcinoma del cuello uterino tiene como agente causal el virus del papiloma humano, abreviado en español como VPH. Es un microbio de transmisión sexual, por lo que tiene una concordancia con el inicio temprano y la frecuencia del coito vaginal en la adolescencia y juventud. Afortunadamente, ya contamos con vacunas muy efectivas y, si conseguimos vacunar a nuestras niñas antes de que comiencen la actividad sexual, lograremos desterrar una importante causa de mortalidad por cáncer en mujeres. El examen digital de la próstata en el adulto, juntamente con la determinación de los niveles de antígeno prostático en hombres, permite una identificación temprana del adenocarcinoma acinar y ofrecer una propuesta terapéutica curativa de la enfermedad. Si bien es cierto que, dada la enorme variabilidad en los factores causales de varios tipos de enfermedades malignas, contamos con la posibilidad de una detección temprana en los casos de origen hereditario y familiar, así como en otras asociadas a factores ambientales o laborales. Las mamografías y su interpretación con inteligencia artificial en las mujeres auguran un diagnóstico oportuno para un manejo exitoso del mal. Los cambios dietéticos, las propuestas preventivas y el seguimiento de las lesiones premalignas auguran el éxito en la guerra contra el cáncer. Ha cambiado la visión paradigmática de las afecciones malignas: prevención, detección temprana y terapia individualizada son claves para el éxito.

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