Las elecciones del 2016

Las elecciones del 2016

Las elecciones de este año parecen más un plebiscito de la gestión del presidente Danilo Medina que una competencia, tal como dice la politóloga Rosario Espinal. Si alguna incógnita cabe sobre el resultado electoral, lo es sobre qué porcentaje servirá para un resultado en primera vuelta, pero no hay dudas de que sería el actual presidente el que resultaría ganador. No habría razones para que el calor electoral se eleve de manera sofocante, como está sucediendo, al menos que entendamos que no es la lucha presidencial la que realmente está generando el sofoque.
Se juegan algo más de 4 mil puestos nacionales en los niveles congresual y municipal, y el enemigo parece residir en la propia casa de los partidos en contienda. Es decir, en el 2016 hay quienes ya están jugando, como si fuera hoy, el 2020; a veces en contra del candidato presidencial.
El proceso de selección de candidaturas congresuales y municipales ha resultado complejo y tan largo que ninguno de los partidos a la fecha ha logrado completar su oferta. La complejidad, en gran medida, se deriva porque las candidaturas presidenciales están más involucradas de lo debido en ese proceso. El mensaje tácito parece ser que para que alguien pueda ser candidato a senador, diputado, alcalde o regidor necesita asociar su nombre, honor y lealtad a la candidatura presidencial.
Lo que es igual no es ventaja, dice el adagio. Sin embargo, la oposición, atomizada de por sí por las diversas propuestas presidenciales, se nota distraída en afanes internos que ya debían estar resueltos para estas fechas. El proceso se ha alargado demasiado, afectando la creación de liderazgos sanos que luego pueden ser contrapesos (o apoyos críticos) en sus distintos niveles y representaciones efectivas que fortalecen la democracia.
Este proceso, que no terminará hasta las elecciones mismas, hará que muchos candidatos que deberían estar construyendo una relación con sus posibles electores estén, por el contrario, armando movimientos, caravanas o charlas alrededor de la propuesta presidencial. Si indeseable es que esto ocurra al nivel oficial, más significativo y preocupante es que ocurra en la oposición. Alguien le ha vendido la idea errónea a los aspirantes presidenciales de la oposición de que puede haber una segunda vuelta, y que allí, un error aún mayor, podrían tener un resultado que les favorezca. Apoyan su discurso con este idílico panorama, en vez de empeñarse en reconstruir el sistema democrático, trabajando en un proceso dialéctico y propositivo que sólo puede ser efectivo con cuotas reales de poder; es decir, ganando escaños y puestos administrativos.
En resumen, y eso explica el risible proceso de transfuguismo del cual la sociedad dominicana ha sido testigo: todo lo anterior ocurre en un contexto “del enemigo en casa”. Proceso que es aún más opaco y con demasiados detalles para atenderlo en este espacio.
Las elecciones del 2016 son un plebiscito, pero la guerra es por el 2020. Las elites no partidistas se distraen en exigir debates; los aspirantes nuevos, en no tener miras; y los expresidentes, en jugar en el tablero que no les corresponde.

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