En la amplitud de sensibles aspectos sociales y espirituales tocados en el mensaje altagraciano de los prelados católicos al pueblo dominicano figuran con la relevancia que merecen las inminentes elecciones municipales, congresuales y presidenciales con llamados a orar porque resulten realmente democráticas y de respeto a la voluntad popular.
En la enumeración de desafíos para la sociedad no han escapado a su atención los feminicidios, la violencia entre bandas, el narco y el microtráfico, la pobreza, el caos de tránsito urbano y la necesidad de agilizar procesos judiciales en el marco de una preocupación por «los casos de gran magnitud y envergadura para que no queden en aspaviento mediático», aludiendo, evidentemente, al estancamiento de expedientes contra la corrupción que han puesto en alerta a la opinión pública.
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El tema electoral es abordado con signos de inquietud y recomendaciones a evitar «situaciones traumáticas del pasado», en implícita referencia a la paralización y posposición sin precedentes y por graves irregularidades de la primera fase de votaciones en el 2020.
Clama la Iglesia por la vigencia de deberes cívicos en estas citas con las urnas y aunque solo parecen referirse a los ciudadanos de a pie, es crucial también que los liderazgos partidarios desactiven pasiones que agitan prosélitos y coloquen la competencia en planos de altura con menos descalificaciones, superficialidades y malquerencias y más contenido programático.