La encuesta Gallup-Hoy de reciente aplicación sirvió para ratificar la aceptación general con que el pueblo dominicano acoge la labor de la Junta Central Electoral; pero además el 63% de las personas encuestadas dijo percibir que el Gobierno utiliza los recursos del Estado en apoyo a los candidatos del partido que lo sustenta, un uso que transgrede claramente límites constitucionales y de las reglas democráticas sin que ninguna autoridad se decida a oponerse al menos con enérgicas denuncias y condenas. Esos testimonios basados en hechos palpables, de los que ya por anteriores justas dieron fe organismos de observacion nacionales y extranjeros de probada idoneidad, auguran un balance final con signos de falta de equidad que el sistema electoral debió haber superado.
Desde luego que la confianza en la mecánica del escrutinio se debe a la certeza de que se podrá votar libremente, de que los votos serán contados ante observadores y habrá una transmisión segura y profesional de los resultados desde todos los lugares del país. El voto es secreto, condición que debería servir para restarle influencia al desbalance que crea el ventajismo con la Cosa Pública. Cada votante podrá sufragar según dicte su conciencia, sin temor a represalias por colocarse en contra de determinado partido político. Y habrá un solo ganador aunque algunos aspirantes hablen ominosamente como si la derrota no estuviera en sus expectativas.
Saturación estresante
Puede afirmarse, sin exageración, que muchos dominicanos desearían que la actividad proselitista cobrara un tono conciliador en este último tramo de la campaña; que no se continuara golpeando con insistencia la atención ciudadana con estribillos hiperbólicos, promesas desmesuradas ni las radicales consignas con que recíprocamente algunos contendientes señalan al adversario como lo peor mientras se describen a sí mismos como los únicos que podrían salvar a la nación.
La campaña ha incluido demasiado retórica que fomenta la desunión, sin tomar en cuenta que el país requiere de una mínima aceptación entre sus sectores políticos para las tareas que conduzcan a la solución de los problemas más acuciantes. Los líderes partidarios deberían demostrar, para sosiego de la nación, que pueden constituirse en entes de moderación y reunificación, sin renunciar a sus proyectos y objetivos.