Este verano el 25% de los hispanos que viven en los Estados Unidos señaló que el problema de inmigración es uno de los asuntos más apremiantes que debe resolver la nación. Es más, comparado al primer semestre el porcentaje se duplicó debido a que la prensa dispensó mucha atención a los niños que llegaron sin padres desde América Central. Pero la llegada de los niños, no sólo llamó la atención de los hispanos, también fue captado por la población en general.
Así lo reveló una encuesta conducida por Gallup realizada durante los meses de julio, agosto y septiembre entre 3,062 adultos, de 18 años y mayores, aplicada en los 50 estados y el Distrito de Columbia. El margen de error es de más o menos 2%.
Como se aprecia, los hispanos mencionaron el problema de inmigración como un asunto serio, cambiando su apreciación de 13% a 25% en sólo tres meses. Pero para los adultos en general, esa controversia, aumentó de 4% a 15%, casi cuadruplicó.
Todo esto tiene implicaciones políticas en las elecciones de medio tiempo que se celebrarán en noviembre de este año, donde se celebran comicios en ciertos enclaves que podrían definir para dónde se inclina el control partidario del Senado de los Estados Unidos, la Cámara de Representantes y algunas Gobernaciones.
Desde el observatorio político latinoamericano, muchas veces es difícil la comprensión del devenir político del norte. Por ejemplo, a la luz de las encuestas que analizo en este artículo, cualquiera pudiese concluir que el político que no abogue por enderezar el asunto de inmigración estaría en desventaja en los comicios de medio tiempo que se llevarán a cabo en menos de dos meses. Eso necesariamente no es así. En algunos Estados, donde el voto latino no es determinante, hablar de arreglar los asuntos inmigratorios es una mala palabra electoralmente hablando. También ocurre lo contrario, donde el voto latino es fundamental no traer a la mesa el asunto inmigratorio es letal.
Así las cosas, el Presidente Obama había anunciado en primavera su decisión de tomar algunas medidas administrativas en forma de órdenes ejecutivas relativa al problema de inmigración para fines de este verano, pero suspendió lo prometido. Se presume que presiones de algunos senadores demócratas donde el voto latino no es determinante, le señalaron al Presidente que esa acción prometida podría poner en peligro sus candidaturas en noviembre. Resultó entonces que el presidente decidió postergar esas acciones para después de las elecciones. La medida es políticamente sabia, pues las elecciones están a menos de seis semanas.
La configuración del Senado actual es 53 demócratas, 45 republicanos y dos independientes. Según un estudio del New York Times, se estima que existe un 54% de probabilidad que el Senado sea ganado por los republicanos. Esto sería catastrófico para los demócratas y para los latinos más, pues la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, aprobó un proyecto de Ley para la reforma de inmigración muy perjudicial para los hispanos. Actualmente ese proyecto republicano no progresa porque el Senado controlado por los demócratas no lo pasa. Si esa rama del Congreso cae en manos republicanas, que Dios nos coja confesados.
Por eso, el Presidente se ha visto en la imperiosa obligación de posponer por un par de meses la adopción de emitir órdenes ejecutivas para mitigar las tribulaciones de los inmigrantes. Los hispanos debemos tener paciencia y respaldar nuestro Presidente, debemos salir masivamente a respaldar los candidatos demócratas donde quieran que estén, esa es la consigna.
Las elecciones primero y las órdenes ejecutivas después, es la orden del día.