Las elecciones y el reloj de arena

Las elecciones y el reloj de arena

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

En nuestro país los avances tecnológicos contribuyen a crear problemas, en el momento en que usted tiene la mayor urgencia por realizar una operación bancaria le dice la empleada: “Lo siento señor, no tenemos sistema”
No estoy contra el uso de tecnologías y procedimientos que faciliten cualquier tipo de operación, no, lo que destaco es que antes de que se sustituya una tecnología se ensaye, se pruebe, para que rinda el servicio esperado con seguridad, con garantía.
Meses atrás, me opuse en un artículo, al sistema automatizado de votación porque ha tenido tantos problemas que, en Estados Unidos, para citar un solo ejemplo, fue preciso comprar plantas eléctricas de emergencia para colocarlas en colegios electorales. En otros países se decidió votar y contar los sufragios en forma automática y en forma manual, simultáneamente. En algunos otros se decidió descartar definitivamente, por ahora, el voto electrónico.
La decisión de descartar el voto electrónico no se trató de un capricho, se trató de una medida de prevención, de ver el seguro problema que se presentaría cuando, en medio de la elección, un ligero apagón desprogramara los equipos o retrasara el proceso y la gente en las filas, pensando y diciendo, que se trataba de una decisión fraudulenta de las autoridades electorales.
Ya aquí abortaron, sin usarlos, los equipos automáticos comprados por Roberto Rosario, entonces presidente de la Junta Central Electoral. Una inversión de millones de dólares descartada como chatarra, enviada a los almacenes de descargo de equipo obsoleto de la JCE. Así se juega con los millones de dólares que faltan para la salud, la educación, la Policía y un largo etcétera.
Me resultó sospechosa la insistencia en el uso del voto electrónico, especialmente luego de las elecciones primarias de fines del año pasado. En aquella ocasión, como era de esperar, hubo macos, chinches, culebras en el sistema de votación y resultados inesperados, pero fueron aceptados.
Y entre análisis, exámenes, experticias, dando tumbos como un barco sin timón, se decidió usar el sistema de voto electrónico, como si fuera la única forma de realizar un proceso electoral limpio, tranquilo, cuyos resultados no fueran, nuevamente, traumáticos.
Tengo en mi biblioteca la excelente caricatura de Cristian Hernández sobre las elecciones de 1994. En primer plano un automóvil con el capó levantado, dentro del automóvil, Joaquín Balaguer, José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch. El mecánico tiene una pieza en las manos dice: el problema está en la junta.
Mi Miriam le entregó a la criada, con las debidas instrucciones, un reloj de arena para que tomara el tiempo de cocción de un huevo pasado por agua. En lo adelante fue peor, el huevo quedaba o muy cocido o casi crudo: la joven echaba a sancochar el reloj.

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