Las emergencias y el protocolo médico

Las emergencias y el protocolo médico

Es grandioso ver recuperar a un enfermo; me imagino la satisfacción que siente un médico cuando un paciente mejora tras haberlo atendido con toda la pasión que supone estudiar por tantos años para ser médico con la idea de ayudar a un semejante a tener buena salud.

De niña quería ser doctora y gran parte de mi grupo de primaria también; muchas lo lograron y ejercen la profesión, y todas nos recordamos cuando queríamos ser “doctoras” porque es grandioso poder ayudar a los enfermos.

Pero ahora, como ha ocurrido con muchas profesiones, el afán de lucro está primero, y fácilmente los que estudian medicina se inclinan por ser cirujanos plásticos, antes que geriatras o pediatras, por solo mencionar los dos extremos de la vida de los humanos.

La aplicación de todo el conocimiento nos indica que debe haber un protocolo, un procedimiento que guíe el accionar con miras a la obtención de resultados cercanos a la perfección.

Como pacientes tenemos derechos a saber qué nos pasa, si algo no funciona bien en nuestro cuerpo y si vamos al profesional, es de rigor que se nos diga qué padecemos y por supuesto tenemos derecho a una segunda opinión, sin que esto suponga que se desconfía del médico.

Cuando se va a una emergencia el médico que recibe al paciente se rige por un protocolo que varía de acuerdo a los criterios previos que se hayan establecido y que en cada país es diferente, ya sea por la tecnología que dispone el hospital y hasta por el compromiso que asuma quien tiene el deber de ofrecer servicios de salud que a nuestro modo de ver deben ser siempre de calidad.

Recientemente, una empleada del servicio no podía caminar de un dolor en la cadera, la ingresaron en un hospital, le dijeron que tenía una desviación en la columna, a los dos días de estar ingresada la dieron de alta, le entregaron una receta porque no era un problema en la columna como le habían dicho al principio, sino una litiasis en el riñón derecho. Ella se tomó la medicina para el riñón, pero el dolor de la cadera le siguió a tal extremo que no podía caminar.

Le preguntamos si le habían hecho radiografía, urografía o algún estudio que afirmara lo que le habían dicho y nos dijo que no. Es ahí que viene la pregunta: cómo la envían a su casa si el dolor que la llevó al hospital continua igual, -en el caso de la piedra en el riñón- debería ser dada de alta sin que haya recibido algún tipo de tratamiento?

La señora de la que hablamos es una dominicana, muy pobre, que debió ir a un hospital público porque era la única opción que tenía y tras una semana sin mejoría, la despacharon con otra receta para la “litiasis” para que siguiera el tratamiento en su casa. La nueva receta no la podía comprar porque no había en la farmacia de PROMESE, y en las farmacias normales le costaba casi el sueldo del mes. Este drama es para pensar en lo precario que son los servicios de salud para los pobres. Finalmente la señora fue a otro hospital que le recomendamos y ahí le encontraron inflación en la región lumbar, que era la causa del dolor, el cual desapareció con anti-inflamatorios, masajes y analgésicos. Por suerte no compró la medicina para los riñones. ¡Quién sabe los efectos secundarios que le podría provocar ese medicamento!

Los dolores en la cadera deben ser estudiados mejor, son muchos los diagnósticos errados, incluso hay quienes se auto-medican para los riñones cuando le duele la espalda baja, pero no siempre es así. Cuando hay un dolor de cadera se debe examinar bien para determinar sus causas. En la emergencia deberían descartar mediante una radiografía si se trata de algún problema en la columna y referir al especialista que corresponda.

La inversión que hace el Estado en los servicios de salud deben tener una mejor repercusión, ya sea en la medicina curativa como en la preventiva. Los protocolos para las emergencias deben revisarse y procurar que de los hospitales públicos, por demás los mejores equipados, deben responder a las expectativas de una administración pública cuyo Gobierno desea que en salud se realice lo que nunca se ha hecho.

 

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