Las emociones traicionan

Las emociones traicionan

A uno de los estados de ánimo que mayores reservas le he tenido siempre es a la emoción.

No es que no la sienta, antes al contrario, podría ser que la disfrute en demasía, pero aprendí a “administrar” la euforia, el regocijo… y hasta el llanto.

Es más, estoy persuadido de que muchos de los yerros cometidos por nuestros gobernantes obedecen a decisiones tomadas en medio de un asalto emocional.

Es muy probable que una respuesta acompañada de un gesto emocional pueda hasta interpretarse como sinónimo de aceptación, de acogida o visto bueno por un interlocutor.

Si usted ha sido persona con una vida normal, lo mejor que puede aportar a su salud, a su familia –y a su tranquilidad de espíritu – es aceptar con naturalidad cualquier ascenso en la sociedad.

No puedo asegurar que soy católico militante, pero hice profesión de fe entre militantes católicos en mis años de adolescencia. Y cumplí fielmente las reglas del catolicismo. Quizás eso marcó una diferencia.

El ejercicio periodístico, por ejemplo – lo aprendí hace tiempo – es escuela de la vida, es sacrificio, es sacerdocio… y mucha responsabilidad.

Ese gran maestro de la conciliación que fue el excelso periodista Don Rafael Herrera dejó un legado de magnanimidad y solidaridad a la sociedad dominicana. Un invaluable tesoro muy escaso en estos tiempos de modernidad e individualismo.

Pienso que todo accionar debe responder a una lógica, a un examen de conciencia, a una emoción bien administrada.

Nada de emociones desbordadas e incontrolables que solo respondan al ego.

Es sólo un consejo.

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