Las empanadas de “Mamá Morena”

Las empanadas de “Mamá Morena”

Las madres siempre tienen su manera de decir que aman  la vida y que están agradecidas de Dios por haberles dado los hijos que tiene.

Esos seres que nunca juzgan a sus hijos y que siempre los apoyan, ante la imposibilidad de expresar con palabras que no han pronunciado nunca y con abrazos y besos que nunca recibieron, tienen la  tendencia a expresar su amor con lo que tienen a su alcance: la comida, la ropa, la medicina y los llamados de atención.

Una de las cosas más importantes para mi madre es alimentar a sus hijos. Y para suerte de nosotros y de nuestros amigos, ella es una de las mujeres más bendecidas a la hora de cocer los alimentos. Con delicadeza y ternura logra un equilibrado sabor que nunca llega a los excesos, ni de sal, ni de sazón, ni de grasa.

Las delicias culinarias de mami exceden la cotidianidad del arroz, las habichuelas y la carne -que son excelentes y que coordina muy bien con arepitas de yuca y de maíz- y se mueven hacia cosas más especiales, como los “niños envueltos” o rellenos de repollo, los quipes, los pastelitos y las empanadas de yuca.

Precisamente a estas últimas quiero referirme, pues mami hace las mejores empanadas de yuca de la bolita del mundo. Aquí esta torta de yuca rellena de carne se le conoce aún con el nombre taíno de catibía.

Cuando yo era chiquita, y adolescente, me la comía por grandes cantidades con el único placer de satisfacer la insaciable hambre de esos años y me parecía de lo más normal que mami hiciera aquello que yo veía vender en la enramada de los palos de Monte Plata  o frente a la casa de Micaela la de Jorge, nuestra vecina Guillermina o su hija Tatá, a pocas casas de mi barrio.

Cuando me hice grande y consciente de varias cosas, mi actitud ya pasó  de satisfacción  de una necesidad anatómica, a una de disfrute.

Es que mami, Ángela Severino, para todos “Morena” y para sus nietos “Mamá Morena”, es una orgullosa campesina, que ama la tierra y sus frutos. Su yuca nunca está vieja ni es amarga ni ha pasado trabajo, porque ella siembra y recoge la yuca con la que hace sus empanadas.

Ella nació en Plaza Cacique y esa tierra que la alimentó de niña y que alimentó a sus antepasados sigue siendo útil en su idea de que uno no debe comprar lo que debe cosechar.

Trae la yuca por saco.  Antes en caballos y ahora en motoconcho o en vehículos de amigos que le dan su aventón a ella y a su carga.

Llega a la casa. Tiene un amigo de la adolescencia que pela la yuca mientras ella prepara la carne. Mami solo usa pechuga de pollo para el relleno. Cuando Maso pela la yuca, Pío o ella la guayan.  Mami la amasa, le saca el líquido y la convierte en una masa –como si fuera a hacer pan–,  le da, igual que al pan, bolillo, y lo aplasta hasta que se convierte en una tortilla o un fino hojaldre.

Antes lo cortaba con platillos y un cuchillo de mesa. Ahora ya no es necesario, pues en Casa Cuesta venden distintos tamaños que a la vez que la marcan, la cortan y permiten cerrarlas sin dificultad.

Después que integro ese proceso  y la veo freírlas y ofrecerlas en bandeja a mí y a mis amigos, ya no tengo necesidad de comerme diez empanadas juntas. Me como una, dos y hasta tres, masticando el privilegio de tener una madre con la inteligencia emocional de ella.

Cuando le brindo una empanada a alguien querido,  lo hago con especial emoción, pues  no sabe como yo que mi madre siembra, cosecha, prepara y brinda esta “picadera” como si solo estuviera ofrendando amor, pero en realidad yo sé que nos está regalando la vida. 

Receta

Empanadas de yuca

1 libra de yuca

1/2 taza de mantequilla derretida

1/2 taza harina

2 yemas de huevo

1 cucharada de polvo de hornear

Una libra de carne de pollo molida

1/4 de taza de queso parmesano

Preparación: Pelar las yucas, colocarlas en una olla y cubrir con agua. Rallarla en un guayo e incorporar a la masa  la mantequilla derretida, las yemas, el queso parmesano y el polvo de hornear. Amasar bien con las manos si es necesario.

Partir la masa en dos y extender una parte en superficie enharinada. Cortar círculos de 6 cm (3 pulgadas). Colocar la carne de pollo en el centro, doblar y formar la empanada sellando los bordes con los dedos. Repetir esta operación con el resto de la masa. Refrigerar media hora. Antes de servir, calentar aceite en una sartén, enharinar levemente las empanadas y freírlas hasta que estén doradas. Retirar y poner en papel absorbente. Servir 2 ó 3 como entrada. Pueden servirse también como bocaditos (entremeses o botanas)

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