Lo ocurrido el pasado domingo fue la confirmación de las encuestas bien elaboradas e incapaces de alterar la libérrima decisión de los votantes para apoyar masivamente a Luis Abinader en la búsqueda de su reelección, la cual conquistó con una mayoría tal como se vaticinaban en las encuestas llevadas a cabo por encuestadoras internacionales de gran credibilidad.
No hubo sorpresas. Esos resultados, contando con un Congreso dócil, Abinader estará en condiciones de seguir con su línea de atraer a los opositores más recalcitrantes como fue la intención de insertar el candidato a senador por el Distrito Nacional tradicional contestario de todo lo que oliera al Gobierno de turno, tal como era su estilo de pasadas contiendas, que ahora quiso maquillar para adherirse al carro del triunfador después de haber sido escogido de dedo para la curul de senador. Y como se esperaba salió derrotado.
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En una isla de 23 millones de habitantes, en ebullición en su porción occidental, nos toca a los dominicanos blindarnos para ser impermeables al deterioro de la civilización isleña y no vernos devorados ni atraídos como un imán por el patético panorama haitiano. Allí las fuerzas de intervención a punto de llegar pretenderán llevar orden a una población que desde hace dos siglos ha vivido en el caos y rabiosos tiranos.
Nos toca a los dominicanos fortalecer nuestra institucionalidad e irnos despojando de ese sentir para cuando se pueda, fomentado recientemente en un anuncio comercial bien logrado. La indolencia es un mal innato de los dominicanos y se demuestra por ese descuido que exhibimos en nuestras actividades. Tan solo se salva del deterioro las edificaciones si las mismas están bajo el control de empresas privadas lejos de las manos del Gobierno. En ese caso somos fieles obedientes a las directrices y normas de quienes imponen un orden para el cuidado de las obras construidas para el servicio de la sociedad.
Han sido muchos los compromisos que el presidente Abinader y sus estrategas partidarios contrajeron para agenciarse un sólido apoyo eleccionario. Por la magnitud de los mismos se le hará difícil complacerlos a todos por lo que conatos de disgusto estarán aflorando desde el instante que se tome posesión y se inicie el 16 de agosto el período constitucional.
Se podría decir, que por los resultados de las votaciones del pasado domingo, ocurrirán muchos fenómenos de políticos abandonando futuras contiendas políticas en donde una serie de elementos con sus tozudas ambiciones por sus pírricas intervenciones en elecciones donde van a perder. Ya debería abandonar sus pretensiones o al menos que por su magro resultado de las votaciones que ni siquiera llegaron 0,1% del total general de los votos escrutados. Esos deben ser descartados para los futuros eventos de manera que pueda limpiarse el padrón de entelequias partidarias que a nombre de asegurar la paz social que disfrutamos desde 1966 solo figuran como comparsa de los partidos mayoritarios.
Y esos grupos políticos lo que buscan es agenciarse recursos públicos, que a nombre de asegurar la gobernanza social, se permita aceptarlos en el padrón con listados manipulados de falsos adherentes. Estos, por sus resultados en las urnas, las autoridades electorales preveían de su pésima participación. Era un acontecimiento previsto por las autoridades electorales, pero por las conveniencias políticas para asegurar la paz social, era necesario dejarlos participar para que tan solo se llevaran una tajada del apoyo presupuestario del Estado.