Un amigo, devoto de Vargas Vila, nos refirió que cierta vez le preguntaron al célebre colombiano por qué no visitaba la República Dominicana; y este respondió: “Yo no visito un país en el que desde el gorila enchamarrado de Lilís hasta el más sencillo ciudadano, tienen vocación de tirano”.
No tenemos que estar de acuerdo con este autor, sin embargo, no deja de ser digno de estudio la cantidad de individu@s que consideran poseer las condiciones necesarias y suficientes para ser gobernante de este país. Aunque es de justicia consignar que se trata de un derecho, y acaso un deber de estos respetables ciudadanos. Incluso, debemos agradecer a las personas serias y capacitadas que aspiran gobernar país tan dificultoso.
Se debe, sin embargo, tener clara la diferencia entre el conjunto de “los aspirantes a ser presidente de la república”, y el sub-conjunto de “los presidenciables”, que vienen siendo aquellos de los aspirantes que sí tienen “probabilidades empíricas” de llegar a ser presidente.
En países del primer mundo, entre las aspiraciones, postulaciones y elecciones de presidentes median varios tipos de encuestas. Aunque el uso de esta técnica aspire, de alguna forma, a ser científica, lo cierto es que una encuesta, una tijera, un bisturí, una probeta, una paila o un microscopio son instrumentos de investigación científica solo cuando se utilizan con propósito y metodología científicos; lo que no siempre se tiene en “las encuestas”.
Normalmente, entre el ser aspirante y ser considerado “un presidenciable” por los votantes, hay un trecho; puede haber diferencia, también, entre el porcentaje de individuos en la población que desearía elegirlo, y el porcentaje de entrevistados que expresa su simpatía en manifestaciones y en las encuestas. En algunos casos es posible que el error de muestreo, aleatoriamente, oculte, aumente o disminuya ese porcentaje. También puede haber errores sistemáticos por mal diseño de preguntas, y de otros posibles errores técnicos.
Entre aspirar y ser elegido hay un camino de “marquétin” (dicen los españoles), que no es sencillo. Como todo producto, un aspirante tiene que hacer un esfuerzo enorme para realizar un verdadero “lanzamiento”, colocarse y posicionarse en el mercado electoral, ser conocido, y recordado (con o sin ayuda). Entre ser recordado en momentos previos a la compra (cuando se le entrevista, por ejemplo); y ser “considerado” en el momento que se piensa en elegir el producto, suele haber considerable distancia (en tiempo, esfuerzo y dinero).
De fondo siempre estará, desde luego, la marca; que en política suele ser la facción, el partido, los poderes fácticos y otras fuentes de capital social y político que apoyen al pretendiente, para que los votantes lo tomen en serio.
La responsabilidad de los encuestadores y de la prensa es grande, especialmente cuando tienen credibilidad. Porque no solamente podemos estar, inadvertida o inintencionadamente, aupando gentes sin méritos ni capacidades, sino que acaso desfavoreciendo a personas con verdadera capacidad y vocación de servidores de su pueblo.
Vargas Vila detestaba a Trujillo, pero machismo y caudillismo son producto de factores históricos y socio-culturales, no exclusivos de la RD.