“Las Enseñanzas Políticas de la Biblia”

“Las Enseñanzas Políticas de la Biblia”

Desde que comencé a tratar de dar respuestas a mis inquietudes empíricas y después intelectuales; sobre la psicología política del individuo. A pesar de no ser devoto de ninguna religión ni practicante de nada que pudiera parecérsele, he esgrimido el discurso de que, ni la República de Platón, ni el Zoom Politikón de Aristóteles, ni el Príncipe de Maquiavelo, ni el Contrato Social de Rousseau, etc. ¡Ni siquiera todos juntos!, pueden enseñarnos y describir el comportamiento del hombre de forma tan descarnada como las llamadas sabias escrituras de la Biblia.

Historiadores como Heródoto, Tito Livio, Suetonio, Pokrovski, Sabine y muchos otros, nos legaron en sus obras que desde la aparición de los primeros Estados esclavistas hasta finalizar el feudalismo; las creencias en la divinidad estuvieron indisolublemente ligadas al poder de los gobernantes. Aunque esas convicciones hoy pueden parecer descabelladas o esquizofrénicas, la neurociencia ha demostrado que esa proclividad a creer en un ser superior y que utilizó el poder político para subyugar, está intestinamente asociada a la corteza prefrontal medial combinado con el área 38 del neurólogo alemán Korbinian Brodmann; entre los lóbulos parietal y temporal y la precuña.

La Premisa de la Esperanza.

Si es que existe una verdad absoluta sin duda alguna esa es, que el que quiere saber política y conocer el comportamiento del elector debe aprenderse la Biblia de memoria. En virtud de que; las premisas de la misma son también las que hemos utilizado en el pragmatismo político. Verbigracia, desde la aparición del Pentateuco hasta el día de hoy la religión se sustenta bajo el parapeto de una vida eterna en el paraíso, concepción que es la misma base fundamental para la construcción de un liderazgo político mediante la generación de esperanzas y articulación de cambios; sobre los cuales nadie puede afirmar su consecución.

Asimismo, el filósofo francés Joseph de Maistre estableció con tinta indeleble el famoso axioma de que, “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Queriendo significar con vehemencia que las desgracias de los pueblos se deben a su falta de conciencia, de reflexión, de profundización y; a su carencia de agradecimiento a lo sindicado como bueno. Sin embargo, para entender todo ese proceder que también fue enriquecido por el gran André Malraux, solo bastaría con abrir la Biblia en el libro de Éxodo y, se confirmará que ese festín de infortunio ciudadano en la política; solo sucede porque somos descendientes del pueblo de Israel.

La Biblia Siameses de la Política.

Una de las doctrinas más importantes enquistada en la arquitectura del pragmatismo político, patentizada por el gran José Martí y popularizada por el imperecedero profesor Juan Bosch es que: “En política hay cosas que se ven y otras que no se ven”. Arguyendo, que un buen político es aquel que tiene una cosmovisión que traspasa la perceptible realidad. Como decía Peña Gómez “lograr ver que hay más allá de la curva sin estar en ella”. Esa máxima no es otra cosa que, una paráfrasis extrapolada a la política vernácula del párrafo bíblico consagrado en 2da de Corintios 4-18.

De igual forma, resulta sintomático y bufonizo ver como advenedizos, forasteros y trapecistas de la política, abonan sus deseos prematuros con los cantos de sirena de enajenados de baja estofa; que en un abrir y cerrar de ojos desmesuradamente le bautizan de líder y le juran amor perpetuo. Empero, esos seudo-líderes de “Cartoon” olvidan por completo que en Mateo 26-69 la Biblia nos enseñó; que cuando termine la gloria Pedro te negará. Con el agravante, que después los vemos envueltos en la frustración hablando de ingratitud e ignorando por completo que los mismos que gozaron de los milagros; tres días más tarde vociferaban ¡Crucifíquenlo! ¡Crucifíquenlo!

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