Las escuelas esperan por Leonel

Las escuelas esperan por Leonel

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Hay familias dominicanas que hacen hasta lo imposible para que sus hijos vayan a la escuela, dispongan de su uniforme, de sus libros y cuadernos para estudiar. Estoy hablando de familias pobres, muy pobres, se entiende. Porque las familias acomodadas no tienen que hacer mayores esfuerzos, ya que disponen de los recursos financieros necesarios. Y se empeñan en que así sea porque están convencidas de que lo único que pueden dejar como herencia virtuosa a sus hijos es una buena educación, una educación adecuada.

Esta actitud es paradójica, porque generalmente proviene de familias cuyas cabezas son personas de baja escolaridad o analfabetas. Pero quizás por esto mismo han comprendido que la única forma que tienen sus descendientes de romper el ciclo de la pobreza es a través de la educación, es decir, por medio de la adquisición de una profesión u oficio que les permita trabajar en condiciones diferentes a las de ellos.

Estamos rodeados de ejemplos de estos, de ayer y de hoy. Hay periodistas, abogados, ingenieros, médicos distinguidos, gerentes comerciales, políticos destacados, profesores universitarios, empresarios, financistas, sicólogos, banqueros, etcétera, que hoy son lo que son debido al esfuerzo extraordinario que hicieron para educarlos unos progenitores pobres que en ocasiones se quitaban, literalmente,  el pan de la boca, para comprarles un libro, una libreta o el uniforme. Había en esos padres la clara conciencia de que la educación era la vía  para que sus hijos “salieran a camino”.  Incluso, es frecuente escuchar a los padres decir a sus hijos, en los hogares pobres,  más o menos lo siguiente: estudien para que no sean brutos y pobres como yo.

Así actúan los padres pobres cuando están convencidos de que la educación  es el instrumento social adecuado para superar la pobreza. Y no hay dudas de que actúan de manera correcta. ¿Por qué, entonces, el gobierno no se comporta igual frente a la educación? Todos los políticos dominicanos que han accedido al poder en la etapa post Trujillo han sostenido el discurso según el cual la educación es el camino que tenemos a la mano para avanzar, para superar nuestras limitaciones y para sostener el progreso económico y social. Pero estos gobernantes no han hecho lo suficiente para que la educación esté en el centro de sus políticas y de sus inversiones. En el caso del doctor Leonel Fernández, nuestro Presidente, él levantó esa bandera durante el período 1996-2000 y la levanta ahora, yo diría que con más frecuencia, con más energía y con mayor convencimiento de que la educación rompe el círculo perverso de la pobreza. En honor a la verdad hay que decir que su anterior gobierno fue espléndido con la educación. Añadió miles de maestros nuevos a la enseñanza pública, elevó los salarios de ellos como nunca antes, hizo esfuerzos para que los liceos dispusieran de laboratorios de computadoras, fortaleció los programas de desayuno escolar y de entrega de libros, y llevó a cabo reconocimientos sistemáticos a los escolares meritorios por su rendimiento académico. Pero faltaba más, había que hacer más. Ahora, en esta nueva gestión, falta mucho más todavía. Porque no hubo continuidad en los programas y el gobierno anterior invirtió, pero no lo suficiente para conjurar las necesidades. El gobierno repetirá lo que dice su secretaria de Educación: hay muchas escuelas que necesitan reparación urgente, unas 447, pero somos una nación pobre y carecemos de los recursos necesario para repararlas. Es verdad que somos una nación pobre, pero no tan pobre como para no tener todas nuestras escuelas en condiciones físicas de acoger a todos los escolares del país. Los anteriores gobiernos y éste no han podido hacerlo porque sus prioridades han sido otras, porque necesitan decidirse, igual que los padres pobres, por la educación como principal punto de partida hacia el progreso. El día que eso suceda, muchas obras necesarias que se están haciendo pasarán a ocupar un segundo plano para privilegiar la inversión en educación.

El Presidente Fernández tiene que hacer un esfuerzo particular, para dotar al país de la infraestructura educativa necesaria. Porque carece de sentido invertir 2,000 millones de pesos, en cuatro años, en la enseñanza del inglés; entregarle 25 millones de dólares a un hospital privado, hacer uno, dos o tres trenes para movilizar pasajeros y cuantas otras cosas elegantes y majestuosas se piensen, si la población sigue con una escolaridad del quinto curso, si los niños tienen que sentarse en el suelo para recibir docencia, si hay planteles destartalados, o sin sanitarios, sin equipos pedagógicos, etcétera. El Presidente Fernández debe preocuparse más por este estado de cosas y debe ir en auxilio del sistema público de educación y de su administradora, la doctora Alejandrina Germán.

bavegado@yahoo.com

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