Las esculturas y pinturas de Miguelina Rivera

Las esculturas y pinturas de Miguelina Rivera

Luego de ver la exposición de Miguelina Rivera en el Museo de Arte Moderno, nos será difícil multiplicar elementos de juicio y analizar su obra más reciente, sobre todo la parte tridimensional.

La muestra, que corresponde a una premiación mayor de la Primera Trienal  Internacional del Caribe, debía enseñarnos, prioritariamente, obras realizadas después del 2010, pero precariedades económicas no permitieron el transporte de piezas inéditas de Francia a República Dominicana.

Sin embargo, la polifacética artista  no se detuvo ni se abstuvo y, valientemente, presentó esculturas anteriores y pinturas –a la vez neo-expresionistas y metafóricas–, frecuentemente relacionadas con sus temas escultóricos.

La exposición. La “cédula de identidad” de Miguelina Rivera, si recurrimos al título de una original e impactante instalación de pared, galardonada por la XVIII edición del Concurso E. León Jimenes, es aquí, por los materiales usados, el  alambre –cuando no es su versión en púas, que ha interpretado obras fuertes y particularmente sociales–. La artista cubrió, con una tela blanquecina transparente, a su personaje femenino en avanzado estado de gestación. Lo habíamos comentado con entusiasmo, cuando se premió para la Trienal del Caribe: “Un premio igualmente merecido fue atribuido a la dominicana Miguelina Rivera, para una obra totalmente distinta y sin duda la más poética de la bienal –aparte de que se acompaña de una cita de Jacques Prévert–.

Aquí, la mujer, a quien se suele representar como criatura enjaulada, es jaula… y, embarazada, albergando en su transparente cuerpo de rejas, ¡a una pareja de avecillas, periquitas vivas y cantarinas!”

 Cuerpo, casa, encierro, velo, se trata pues de una reformulación de la obra de la trienal. Este símbolo del matrimonio y la maternidad está espacialmente confrontado con su pareja masculina, de armazón metálico similar, pero que lleva en su interior un tirapiedras… ¡sin comentario! Fertilidad y vida versus peligro y agresión. El compromiso y la connotación no faltan.

Así mismo, un extraño árbol de ramas y raíces a la vez fantástico, descarnado y “fosilizado” en metal puntiagudo, alegoriza la tragedia de la naturaleza en vía de destrucción.

Se les agrega, en otra área, una gruesa cadena cuya verticalidad evoca una serpiente venenosa, y, felizmente, la intensidad conceptual del conjunto compensa la escasez de las piezas expuestas. Definitivamente, Miguelina Rivera se sitúa entre la narración autobiográfica y la legitimación de lo insólito.

En esta “exposición de crisis”, las pinturas –donde el dibujo  siempre juega un papel importante– muestran pajaritos en eco con la escultura principal, como si ellos se hubieran refugiado en un cuadro. Otras aves extrañas, entre las cuales hay algunas de rapiña, vuelan, se posan…, en fin, lucen una variación temática del mundo amenazado, con imágenes poderosas a pesar de formatos modestos. Es al mismo tiempo un discurso anatómico, radiográfico y ecológico.

Cualidades especiales. Observamos también que Miguelina maneja hábilmente, sobre papel, el gesto y la abstracción, y nos encantó descubrir diseños y proyectos que se convirtieron a la tercera dimensión… Es particularmente interesante asistir a la confrontación de aquel dibujo preparatorio con la magnificación del pan de agua, ejecutado… en alambre de púas, una escultura-instalación de pared.

El iluminado “Pan nuestro de cada día” se vuelve una metáfora indignada que el maestro Silvano Lora hubiera apreciado. Así mismo, sus premiadas “Espinas de poder”, tubos de metal galvanizado y luces halógenas.

Cada pieza es catalizadora a la vez de una energía y de una emoción que se aferran a la tierra, a la casa, a la cultura de origen.

A ese respecto, mencionaremos una obra que no está en el Museo de Arte Moderno, pero que se llevó recientemente a la Casa de América Latina de Mónaco: un gran nido. Esta escultura se convierte en signo y símbolo: aunque ‘erizado’ de alambres de púas, sigue siendo el nido que aloja la vida…  Lo positivo y lo negativo se funden. Hay esmero, inventiva, sensibilidad, omnipresentes a pesar de la crueldad de un material hiriente… para proteger a los huevos –¡aquí un bombillito amarillo!–.

Reafirmamos que cada obra escultórica ameritaría un comentario. ¡Cuánto nos satisface que Miguelina Rivera se interese por medios y soportes no tradicionales! Creemos muy necesaria esta ruptura, como ejemplo de otros procesos y técnicas, consonantes con el arte contemporáneo y susceptibles de rehabilitar nuestra empobrecida escultura.

En el panorama actual de las artes visuales dominicanas, al igual que los bombillos que se prenden e iluminan las obras más oscuras de la artista, el destello de su personalidad, vitalidad y originalidad, enciende la llamarada de una creación que es investigación permanente y vocabulario plástico.

Estas cualidades ancladas en la realidad, testimonios de un oficio admirable,  perturbadoras en conceptos y mensajes, nos hacen sentir que, en un entorno artístico tan rico, no se haya podido disfrutar las obras más recientes de Miguelina Rivera. ¡Ojalá se compense esa ausencia, y sea simplemente una posposición, programándose una próxima individual en nuestra primera institución nacional para las artes plásticas, el Museo de Arte Moderno!

 

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