El pasado viernes 7 se publicó en estas páginas un reportaje acerca de la violencia desatada en Baní que ha provocado un extendido temor de quienes añoran a la región que era símbolo de tranquilidad y relaciones armoniosas de sus habitantes como sentenciara Eugenio María de Hostos de Baní es una familia.
Esta violencia se agravó con la agresión de que fue objeto una joven mujer que transitaba en su motor y fue chocada agresivamente por un conductor enardecido que luego la golpeó, la dejó tirada en el pavimento para huir y poner condiciones absurdas para su entrega a las autoridades.
El pequeño valle de Peravia era la joya mas preciada que tenían los habitantes de la región limitada al oeste por el Cerro Gordo y hacia el este la planicie de Paya. Ahora es una hoguera de las actividades humanas donde se han aposentado miles de seres humanos llegados de la zona rural y de las generaciones nacidas en el valle después de vivir su sueño americano.
La vida apacible y de trabajo en Baní era lo normal hasta los mediados del siglo pasado después de finalizada la II Guerra Mundial.
Para viajar hacia los pueblos del sur corto o del sur largo era una delicia atravesar la población banileja con sus calles limpias, rectas y estrechas con un arbolado parque infantil en la entrada este del pueblo en la ruta hacia Santo Domingo y luego el parque central a unas tres cuadras hacia el oeste del primero.
El viajero podía adquirir el típico dulce de leche que en Baní tenía expertas matronas que diariamente lo producían. Era con la leche del ganado que se ordeñaba en los campos del sur del pueblo donde también se cultivaban diversos productos agrícolas que para las cosechas invitaban a atractivos convites. El mango y las arepitas de burén se convirtieron en una marca pueblerina.
El pueblo progresaba por la laboriosidad de sus munícipes y con un tesón admirable, los del pueblo y los del campo, levantaban su comunidad para hacerla un ejemplo del país. Y así transcurrían los años del siglo XX aguardando cada año la cosecha del excelente café que se producía en las lomas cercanas al norte de la población.
Los años de la década del 70 marcaron un antes y un después en la vida de Baní cuando a los pocos años se observaron cambios radicales de como los viejos paradigmas fueron desplazados por las nuevas corrientes de las nuevas generaciones sin los basamentos de la cultura que había sido la distinción de nuestros ancestros. La ciudad se transformó con la destrucción de los centenares bohíos de cana y tablas de palma que abundaban por todo el pueblo.
En este siglo XXI es sorprendente de como las estrechas calles están saturadas de vehículos con un volumen que crece exponencialmente sin señas de disminución. No es solo el tránsito vehicular de Baní sino que se le agrega el de los pueblos del sur que también experimentan un notable aumento de los vehículos en especial el tránsito pesado.
Ahora con la construcción de la avenida de circunvalación de Baní se aliviarán los tapones pero no se eliminarán. No se resolverán ya que los vehículos siguen en aumento y la nueva vía será un alivio de poca a duración.