Las excelencias en el arte

Las excelencias en el arte

MANUEL MORA SERRANO
A veces nos preguntan y otras escuchamos inquiriendo quién es mejor de fulano y zutano en materia de literatura o en arte.

No somos duchos siquiera en letras, pero es el arte humano al que hemos estado más involucrados. De modo que a eso nos vamos a circunscribir. En el país hubo polémicas famosas y apasionadas, como quién era más lírico de Manuel Llanes, totalmente desconocido para las nuevas generaciones, o su amigo Domingo Moreno Jimenes.

Regularmente nos hablan de Moreno y Vigil Díaz y se dice que Vigil es un gran poeta. Pero es cuestión de gustos hasta ahora. Por eso vamos a proponer la “escala de Benuᔠpara medir la calidad de cualquier escritor, especialmente de un poeta, asignando “puntos” por los logros que haya en su obra, sin importar la cantidad de líneas o versos que hubiera escrito o publicado.

(En el periódico El Siglo del 4 de abril del 2001 publicamos un artículo con el título de “Un descenso en la escala de Benuá”, donde comentábamos que Benigno Taveras Castro, Benuá el Joven (como aparece en la noveleta Juego de Dominó), miembro del grupo de Amidverza, el cual cuando hablábamos de literatura en la mesa de bohemia pueblerina y alguien decía que se fijaran en alguna buena hembra o hacía un comentario baladí, Benuá se incomodaba y decía: “Está descendiendo la conversación”. Por eso llegamos a acuñar la expresión cuando algo no era de calidad, diciendo que “había un descenso en la escala de Benuá”. En honor a ese viejo amigo vamos a llamar Escala de Benuá a los parámetros de calidad que deseamos fijar).

Casi todos los lectores del mundo tienen “fichas” o subrayan frases en los libros. Si un escritor se midiera por las expresiones felices que subrayemos eso nos daría una idea de su calidad o de nuestra afinidad con su pensamiento y manera de hacer.

Para que no haya trampas ni favoritismos podríamos darles puntuaciones más altas a las excelencias que no se discuten. Por ejemplo un diez como la más elevada nota, para unos versos que señalen algo profundo, metafísico o sumamente enjundioso. Un ejemplo entre millones posibles es este de Moreno Jimenes: “Más alto que las catedrales y que los caminos del hombre/ son los linajes del espíritu”. Esos versos merecerían un diez rotundo y redondo.

Una expresión feliz, como esta abusiva de Amado Nervo: “Es tan rubia la niña/ que cuando hay sol/ no se la ve”, podría ganar un cinco por ese “no se la ve”, que resultó polémico y original en su tiempo y que todavía conmueve.

Y así iríamos descendiendo hasta llegar a uno, por imágenes o metáforas novedosas o atrevidas, etcétera. Luego haríamos la escala del auténtico descenso quitando puntos por cada plagio o copia disimulada, cada lugar común o expresión manida o torpe, o cuando se abuse de citas ajenas o aparezca alguna frase ramplona o de mal tono. No ciertamente vulgaridades, que éstas pueden ser necesarias y hasta originales.

En la prosa, y en el teatro, naturalmente, hay otros factores a considerar, aunque la originalidad de las expresiones, la creación de personajes, las frases felices, los aciertos y los períodos poéticos o meditativos, deberían ser valorados con justicia.

Los expertos en la Escala de Benuá podrían entonces, con justa razón, decir, fulano de tal, digamos Shakespeare o Eurípides o Cervantes, tienen tal o cual puntuación en sus obras completas o en tales y cuales en particular.

Entonces podríamos saber si en realidad Cien años de Soledad es comparable o equiparable al Quijote, o no. Si realmente Llanes es más lírico que Moreno; si en verdad Vigil Díaz es un gran poeta o un impostor de la literatura.

Sería un juego cultural y en ese sentido podríamos hacer apuestas y colocar a cada quien en el rango que realmente le corresponde como poeta o como prosista. Podríamos casar una entre Franklin Mieses Burgos y Antonio Fernández Spencer, por ejemplo, para determinar si la “poesía” es asunto de erudición o de intuición pura, o entre Balaguer y Bosch, o la de Moreno y Vigil o la de Manuel del Cabral y Tomás Hernández Franco o entre Yelidá y Compadre Mon. De modo que sería un hermoso juego de salón y a la vez un nuevo conocimiento de la calidad poética o literaria de nuestras principales figuras de acuerdo con La Escala de Benuá. Entonces sería válida la expresión que oíamos en las ferias populares antiguas: “El juego ilustra”.

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