Las fábulas del cura y el sargento

Las fábulas del cura y el sargento

Cuando el narcotráfico arropaba a la mayoría de las ciudades y gobiernos del mundo, en una isla caribeña, un cura, tratando de ilustrar el alcance del desastre, dijo que cerca de su residencia había un edificio de unos 70 millones de pesos, propiedad de un sargento y sugirió que “detalles como esos” fueran investigados.

La reacción del sargento, su familia y amigos influyentes de la sociedad, fue de  reclamo vehemente para que el cura se retractara, alegando que el mencionado edificio y otros numerosos bienes, empresas y negocios del sargento, eran fruto de su larga estadía trabajando honradamente en Estados Unidos de Norteamérica y que su condición de sargento era relativamente reciente, con una conducta intachable.

Atendiendo a eso, el cura ofreció disculpas por la ligereza de sus declaraciones.

En el mismo lugar y época se estilaba que los policías “macutearan” a los ciudadanos con solicitudes amistosas de cooperación para resolver cualquier necesidad personal con excusas fantasiosas, incluyendo que eran “padres de familia” con sueldos de miseria.

Una de esas patrullas detuvo un sargento vestido de civil que les dijo: “No los hago trancar a todos porque  estoy de buen humor; pero co.., dejen esa vaina que ustedes sabían bien lo que iban a ganar cuando se metieron a policías y lo que querían eran la maldita placa y la jodida pistola para hacer sus vagabunderías”.

El final de impacto podría ser que el sargento era el mismo cura, pero no es posible, porque habría que explicar por qué un multimillonario necesita una placa, una pistola y un sueldo miserable, salvo que fuera “algo que soñó desde niño”. 

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