Las formas de hacer cine en Argentina analizadas en la Berlinale

Las formas de hacer cine en Argentina analizadas en la Berlinale

Berlín. AFP. La creatividad y las formas de producción del cine en Argentina, país casi siempre al borde de un colapso, según los realizadores argentinos Benjamín Naishtat y Celina Murga, cuyas películas concursan por el Oso de Oro de la Berlinale, fueron analizadas en un debate organizado el miércoles por la fundación alemana para el cine mundial (WCD). 

«En Argentina siempre estamos al borde del colapso, es terrible, pero al mismo tiempo excitante: la creatividad surge de la necesidad de adaptarse a la situación», afirmó Naishtat.

«En 2001, cuando estalló la gran crisis en Argentina, yo me propuse hacer ‘Ana y los otros’, era una locura y una necesidad», explicó Murga.

«Lo que prima es la necesidad de contar historias, y luego se encuentra el dinero y la manera de realizarlas», aseguró la realizadora de «La tercera orilla».

El crítico Diego Lerer hizo una sucinta presentación de «la nueva ola del cine argentino», que comenzó en los años 90 y se cristalizó en gente como Lucrecia Martel y Pablo Trapero, «y que generó una corriente en Uruguay, Brasil y Colombia».

«Las nuevas olas se fueron sumando; es un cine diverso, abriéndose a muchas posibilidades, con calidad técnica y estética», dijo.

Murga y Naishtat forman parte de la nueva nueva ola.

El productor Hernán Musaluppi, miembro del jurado de la Berlinale que escogerá la mejor ópera prima, contó que él formó parte «de la primera generación que estudió cine» en Argentina.

En 1994, tras la dictadura militar, «todo cambió, cambió la ley del cine, mucha gente comenzó a salir de las escuelas de cine, hubo más dinero para hacer películas».

«La nueva generación demostró que con ideas y un poco de dinero se podía hacer cine. Se produjo entonces una explosión y después hubo necesidad de estabilizar el trabajo, de tener estructuras (…). Desde hace casi 20 años eso se ha sostenido».

Poesía cinematográfica. «Las nuevas generaciones trataron de desmarcarse de la tendencia lírica de la generación anterior, con parámetros más cercanos a la tierra, con una poesía cinematográfica y no una poética literaria», dijo Lerer, citando como ejemplo a Gustavo Fontán y Lisandro Alonso.

«Se filma la poesía de lo cotidiano: árboles, arquitectura, rostros de las personas… Fue un camino interesante, no se estancaron en el retrato naturalista», dijo.

Hernán Musaluppi reconoció que «ni siquiera nosotros entendemos cómo hacemos películas, cómo no nos volvemos locos».

«El cine argentino es muy heterogéneo, hay películas de todas las tallas, desde ‘El secreto de sus ojos’, que ganó el Óscar y costó millones de dólares, hasta cine barato, hecho con pocos medios», dijo.

«Hace 10 años era más fácil, ahora hay mucha más ofertas de otros países de América Latina. Por eso para ser más competitivos hay que preparar mejor los proyectos, hacer un gran trabajo previo», explicó.

El cortometraje indispensable. Benjamín Naishtat dijo que era indispensable, para todo joven realizador, «hacer un corto y que le vaya bien». «Es su carta de presentación, un corto que pueda plasmar lo que está trabajando, para estar en el mapa».

El productor alemán Peter Rommel dijo por su lado que «Alemania da la impresión de ser poderosa, pero también tiene problemas.. hay problemas en todo el mundo, porque se ha perdido el foco sobre la vida».

La distribución es el otro problema clave para el cine latinoamericano. «El mercado cambia permanentemente. El mercado para el cine de arte y ensayo es difícil. Después de un festival como el de Berlín es difícil ver el cine que se está haciendo en lugares remotos», subrayó.

Hernán Musaluppi habló de la producción con otros países latinoamericanos. «Es difícil, cada país tiene sus institutos de fomento del cine».

«Hay que inventar estructuras.. Para realizar la película uruguaya «Gigante», de Adrián Biniez, que estuvo concursando en la Berlinale en 2009, fueron necesarios aportes de seis países, porque no había financiación en Uruguay».

«Argentina era una especie de hermano mayor antes.. Argentina y Chile pueden por ejemplo financiar películas juntos, pero es muy difícil con otros países de la región».

«El promedio de costo de una película en Argentina gira entre 600.000 y un millón de dólares. Directores como Daniel Burman y Pablo Trapero han buscado la forma de volverse más comerciales, Burman logra financiarse», dijo.

«Las grandes películas van a los teatros, pero las de arte, no comerciales, circulan en pequeños circuitos.. una película de autor no brinda resultados de taquilla. Para financiar en Argentina a veces se unen varias productoras», explicó.

Benjamín Naishtat recalcó que «la barrera sigue siendo la sala de cine, la exhibición.. los distribuidores, los dueños de los cines, tienen una lógica capitalista».

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