Las fotografías sensibles de Alberto Pla

Las fotografías sensibles de Alberto Pla

 

El Colegio Calasanz se conoce como un establecimiento de enseñanza sobresaliente y modelo en la educación dominicana, pero no siempre se sabe que, bajo su égida, funciona un organismo de bien social y admirables resultados, la Fundación Solca – Solidaridad Calasancia.

De hecho, esta agrupa y coordina, en República Dominicana, proyectos, dispuestos en tres programas y localizaciones: La Puya de Arroyo Hondo, La Romana y Pueblo Bávaro.

Para dar a conocer esos objetivos y logros, no hay nada mejor que la imagen, y, una exposición revela hermosamente cómo y con quiénes trabaja, cuáles sectores se benefician, hasta dónde llega su eficiencia.
En la Galería Nacional de Bellas Artes, las fotografías de Alberto Pla presentan diferentes enfoques de lo que es una verdadera misión.

La exposición. La muestra está sobriamente colocada en el Salón de la Rotonda, y observamos una museografía sencilla entre paredes y paneles, para que las fotografías sean las protagonistas absolutas, proyectando a actores y acciones.

La cuidadosa distribución de las obras en los espacios, por el propio fotógrafo, contribuye a su propósito de comunicación exhaustiva. Textos, orientadores, ligeros y explicativos a la vez, acompañan treinta imágenes a color, todas de mediano formato, y completan la información visual.

Alberto Pla, el autor, valenciano de nacimiento, internacional en su itinerario profesional, hace una fotografía “sensible”, simultáneamente estudio sociológico, sustentación documental y propuesta estética.

Su trabajo nos recuerda la definición del ilustre fotógrafo, francés y universal, Henri Cartier-Bresson: “El reportaje es una operación progresiva de la cabeza, del ojo y del corazón”. Estas miradas sucesivas, en los tres centros, constituyen, pues, testimonios y hasta reportajes: el fotógrafo capta los ambientes –tanto de pobreza extrema como de escolarización feliz y actividades deportivas– y las gentes –tanto los niños y sus familiares cercanos como los voluntarios y militantes de la cooperación social–.

El marco habitacional, por cruda que sea la indigencia circundante y/o interior, también está aquí, pero siempre hay un dejo de esperanza. La niña estudia en condiciones miserables, la anciana suele padecer de abandono, en cualquier momento el fogón puede apagarse; sin embargo, siendo un factor importante, se filtra la luz, e interviene implícitamente el título de este proyecto: “Un sol para Dominicana”.

Alberto Pla nos refiere así a los continuos aportes de la Fundación Solca, cuyo lema es “educación para todos.” Las imágenes hablan, sin insistir sobre responsabilidades públicas y/o privadas. Lo que cuenta es una perspectiva de futuro, menos sombrío, y ese ingrediente, objetivo y subjetivo, se encuentra en las fotografías expuestas.

Coexisten dos vertientes indisociables: una, la belleza innegable de las fotografías; otra, la parte documental que las motiva, nutre y sostiene. El punto de vista estético es fundamental, ya que les permite llegar más hondamente a la sensibilidad del espectador. Algunas son aun pequeñas obras maestras de enfoque, encuadre y composición, a la vez que la iluminación provee esa iconografía de claroscuro, de sombra, de matices, traduciendo el mensaje dramático. Los niños especialmente transmiten todo el amor y el respeto del fotógrafo. Pensamos en ese “retrato “ emblemático del conjunto: una chiquilla linda, cuadernillo en mano, sentada en un montón de libros, debajo del pizarrón… El infortunio no acosa irremediablemente a la condición humana y a los dominicanos marginados. Alberto Pla lo afirma a través de la fotografía y de las realizaciones altruistas de la Fundación Solca.

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