Las Fuerzas Armadas “deben entender que no se debe desconocer un Gobierno legítimo; por eso somos juzgados como los malos”

Las Fuerzas Armadas “deben entender que no se debe desconocer un Gobierno legítimo; por eso somos juzgados como los malos”

En la oficina del mayor Cruzado Piña, Juan René Beauchamps Javier, que era del CEFA, manipuló una ametralladora Thompson y exclamó enfurecido: ‘¡Aquí vamos a tener que tomar una determinación o nos vamos a tener que matar todos!’. Lo calmaron”.

El general Abelardo Freites Báez cuenta ese y otros episodios ocurridos en un desasosegado San Isidro el 24 de abril cuando se llamaban unos a otros sorprendidos: “¿Tú no tienes puesta La Voz Dominicana? Hay un lío, están llamando a militares y civiles a una revuelta, que vayan al puente Duarte”.

Freites Báez, entonces primer teniente, abordó su Opel Kadet, atravesó ese enlace por un huequito que habían dejado los camiones Catarey y llegó como un cohete a San Isidro donde se enteró de que oficiales habían hecho preso al Estado Mayor del Ejército.

Enrique Pérez y Pérez, López Pérez, Ramiro Matos, Cruzado Piña y tenientes coroneles pilotos se movían exclamando que no lo podían tolerar aunque oficiales subalternos entendían que no debía haber enfrentamientos, cuenta.

Reinaba la preocupación de que en ese recinto se repitiera lo del Ejército. Juan de los Santos Céspedes (Pimpo) jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, ordenó a Freites constituirse en su guardaespaldas porque temía que lo hicieran preso y buscó un par de oficiales de Infantería para que lo cuidaran de noche.

Parece que estaba tenso. Convocó a una reunión con “Bodden, Bibone Chávez, Mortiver Echavarría. Yo era infantero y les sugerí: no lo hagan preso, pero al poco rato salieron abrazados”.

Cuando llegó la noticia de que a los civiles les estaban entregando armas y que “había una cacería contra los policías”, aumentó el nerviosismo. “Wessin quería que la Aviación le tirara al campamento rebelde 16 de Agosto”.

El domingo 25 una unidad de contraguerrilla o paracaidistas, a la cabeza de Salvador Lluberes Montás, que estaba fuera del perímetro de la Base, entró corriendo y rodeó la jefatura. Hubo una situación de pánico y se ordenaron medidas. “Nos íbamos a matar todos pero estos alistados conversaban amablemente, no sabían lo que pasaba, fue una confusión tremenda”.

En el ínterin se reunieron Pérez y Pérez y el coronel Bartolomé Benoit en busca de un arreglo a la situación pero no pudieron pasar del puente, primero se lo impidieron los constitucionalistas “y después se produjo una descarga desde una embarcación de la Marina de Guerra que disparó contra el Palacio Nacional. Eso hizo que todo el mundo se resguardara” en el CEFA pero De los Santos fue a hablar con Wessin, se detuvo en el escuadrón de combate y dijo al coronel Montesanos Malagón, jefe de Operaciones: “Si yo no regreso o te llamo en media hora, tú sabes lo que debes hacer”.

Freites quedó “sudando, chequeando por una ventana si se acercaba un P-51”, confiesa. Pero Wessin salió bastante afligido” y De los Santos normal.

BATALLA DEL PUENTE

El lunes 26 se formó una compañía mixta de fusileros, músicos, cocineros de la Fuerza Aérea para ir al puente, entre los cuales estaba Freites como segundo al mando del capitán Díaz. Bajaron hasta el destacamento de la Policía de Villa Duarte. En ese instante sonó un disparo de cañón de las fuerzas rebeldes, “y una unidad de tanques Hartrack fue impactada, muriendo de inmediato un teniente apellido Paulino, del CEFA”.

El comando de Freites, desprotegido, llegó al hospital Darío Contreras donde habían instalado una ametralladora.

Se planificó el ataque del 27. El CEFA y la Aviación formaron tres compañías. Freites iba a la vanguardia con varios compañeros. Contaban con cuatro aviones P-51 y uno vampiro, cuya misión era de ablandamiento. Describe el armamento de los constitucionalistas y agrega: “Nosotros teníamos el dominio de los aviones, los tanques del CEFA y una unidad de artillería que se quedó antes de pasar”.

“Comenzaron los aviones a tirar, ellos se guarecieron, ahí mataron al teniente Bisonó Mera, del Ejército. El blindado pasó adelante, y ya iba una unidad por la Doctor Betances cuando todavía no habíamos cruzado el puente. La comandaba Beauchamps Javier que iba sentado en la torreta y un disparo le dio en el glúteo izquierdo”.

Los demás comenzaron a devolverse pero les ordenaron retornar. “El mayor Gildardo Pichardo, de gran coraje, instruyó: “¡Vamo arriba!”. Yo iba detrás con las unidades de infantería como ayudante del teniente coronel Ramiro Matos”.

“Yo no podía cruzar el puente solo, me iban a cazar, había tiros atravesados”.

Considera que hubo excesos de ambos bandos. Cree que la segunda ronda de sus aviones estuvo de más. Una camioneta de la Policía hizo creer a los revolucionarios que estaba con ellos y mató dos. En represalia, un tanque se colocó frente al destacamento de Mejoramiento Social y disparó un cañonazo, narra.

EXPLOSIÓN MORTAL

Abelardo, quien es licenciado en economía, nació en Azua el 26 de junio de 1938, hijo de Abelardo Freites Oviedo y Andrea Báez. Ingresó como cadete en 1956. Es el padre del general de brigada (r) Abelardo Freites Reyes, de Pablo Abelardo Freites Besonias y Roseli Freites Reyes de Vicente.

Afirma que “todas esas armas eran de la Segunda Guerra mundial, no tenían pólvora”, al explicar por qué algunos tiros no dieron en el blanco.

Volvió al comando del CEFA, en los “Apartamentos Aybar” y allí sonaron disparos. Subieron a la tercera planta él, Ramiro Matos, Pérez y Pérez, Lluberes Montás, Gildardo Pichardo, un sargento paracaidista apellido Navarro “y encontramos al teniente Nadal Pou con un fusilito de mira telescópica”. Bajó una parte y se quedaron Ramiro, el sargento, tres alistados y Freites.

“Sentí una explosión y salí disparado dos metros del suelo, no podía respirar, no oía nada, tenía los ojos cerrados por un fragmento y una perforación en el lado derecho del pecho. Sentía que respiraba por ese hoyo, me puse la mano y era otro fragmento que se había quedado entre las costillas, me fracturó el pulmón… Otro fragmento entró y se quedó en el cuello. Traté de pararme pero no pude, tenía el brazo partido y un cuerpo encima. Ese cuerpo tenía parte de la cabeza llevada pero supe quien era por el riche: era Nadal Pou”.

Llora. Luego continúa: “Como pude me lo quité, me arrodillé, me levanté y comencé a bajar las escaleras”. En un camión lo llevaron a San Isidro, donde al llegar perdió el conocimiento. Lo operaron de emergencia.

A Ramiro Matos lo hirieron en un brazo y en un ojo que perdió.

El disparo fatal provino de un tanque de guerra de ellos mismos que apuntaba hacia la Vicente Noble y “dizque se confundió, vio mucho movimiento, creyó que eran los rebeldes y disparó con un L-60”.

Para Freites, quien todavía tiene lesiones de la guerra, la revolución dejó un mensaje: “Jamás debimos enfrentarnos”. Las Fuerzas Armadas “deben entender que no se debe desconocer un Gobierno legítimo; por eso somos juzgados como los malos”.

“Si nazco de nuevo estaré en el bando constitucionalista. Vi todos los casos desde otras perspectivas y comprobé la heroicidad de este pueblo. Pero mi conexión era con el general De los Santos y él me impidió razonar otra cosa que no fuera: yo estoy en la institución”.

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