No vayan a creer los amables lectores que me voy a referir a casos de internas en el nuevo sistema penitenciario, sino a lo que ocurre con el maltratado abastecimiento de agua a la capital, que por más fuentes que se le añaden, más precariedades se generan y más agua se pierde en las redes y acometidas domiciliarias.
Teóricamente, el aporte de las distintas fuentes de agua a la capital, desde la presa de Valdesia hasta la toma del río Duey o la más vieja del río Isa, son más de 25 metros cúbicos por segundo que deberían ingresar para abastecer a una población casi el triple de la que habita en el gran Santo Domingo; sin embargo, según la CAASD, se ha determinado que de ese notable volumen de agua se pierde casi el 55%, lo cual es una monstruosidad del descuido en el mantenimiento y poca voluntad para emprender su corrección.
La tendencia política, de los responsables de los sistemas de agua, es evadir la tarea ardua de iniciar trabajos de corrección de fugas, prefiriendo venderle al país que una nueva fuente de abastecimiento resuelve la escasez, mientras se deja de lado lo más práctico de una apreciable utilización de mano obra para corregir las fugas en calles como en las residencias.
El beneficio de una nueva presa es más tangible, política y económicamente, que colocar gentes a trabajar excavando para descubrir las fugas y corregirlas, ya que la visión de grandes equipos de construcción, elevando hacia el cielo una cortina de concreto de más de 50 metros de alto, y ver la formación de un lago incierto, que a veces ni el agua que se va represar tiene el caudal para llenar el embalse.
El pasado martes 12, Julio Santos-Cayado, en su artículo en este diario, hacía referencia a la experiencia costarricense, que siendo un país de abundantes recursos hídricos, se le quiso vender el proyecto de un nuevo abastecimiento para San José, y después de una juiciosa y acertada disposición, se emprendió un plan de corrección de fugas que devolvió mucho más que el agua que iba a aportar un sistema nuevo de cientos de millones de dólares. Con el programa de corrección fugas, empleando un intensivo uso de mano de obra, el costo fue la vigésima parte del total de la presa y tubería de alimentación. La empleomanía que generó ese proyecto de reparación de fugas fue altamente beneficioso para la economía tica y evitó un malgasto del dinero.
Antes de emprender una nueva aventura hidráulica, con una majestuosa presa, debería acometerse con seriedad y responsabilidad un plan de corrección de fugas que proporcionaría un apreciable uso de mano de obra. El proyecto de Haina-Pedro Brand no se parece al malhadado de Madrigal, pero es otro Madrigalito que podría crear serias perturbaciones económicas y sociales, ya que el río Haina no resiste una regulación de seis metros cúbicos por segundo, que solo se garantizaría en ciertas épocas del año, pero afectando otras tomas de agua como la de Haina-Manoguayabo, como ocurre ahora con la sequía de Cuaresma.
En definitiva, lo sensato por parte de las autoridades de la CAASD, que en lugar de embarcarse en un nuevo proyecto de presa de dudosa factibilidad, es sentarse y analizar la conveniencia de llevar a cabo un programa serio y tenaz de corrección de fugas para reducirlas en un 15 o 20% como un gran logro, y a la capital se le garantizaría mucho más agua que el aporte esperado de la presa de Haina-Pedro Brand.