Las ganas de escribir

Las ganas de escribir

El oficio de escribir, como todos los oficios, exige dedicación diaria, continua, digamos que “imparable”. Los antiguos zapateros; talabarteros, herreros, hojalateros, practicaban unos oficios cuyas destrezas se adquirían con el constante ejercicio. El escritor debe escribir aunque no tenga ganas de hacerlo. Al violentar “la falta de ganas” calentará la imaginación a la fuerza; y es posible que, en el curso de ese trabajo obligado, encuentre la llamada “inspiración”, la espontaneidad, o simplemente el gusto por trabajar, la superación de la haraganería. Las viejas jubiladas que tejen manteles con dos agujetas, saben bien que la única forma de terminar un “cobertor de mesa” es seguir tejiendo.

Un libro se escribe palabra por palabra; si se quiere, página por página. Del mismo modo, las tejedoras avanzan puntada por puntada, hasta completar una extensa obra, admirable y compleja. El proyecto general que es un libro se compone de varios planos superpuestos, imbricados o conexos. Su ejecución admite pasos, realizaciones parciales, aproximaciones. Los constructores de viviendas suelen hacer lo que llaman el replanteo de la casa, en el mismo terreno, al excavar las zanjas donde echarán los cimientos. Así pasan, de los planos ideales a la ejecución concreta. Los vaporosos sueños de los escritores necesitan grandes esfuerzos de la voluntad para transitar el largo camino que va de lo posible a lo real.

Un libro se refiere, primariamente, a lo que ocurre en la sociedad, fuera de la cabeza del escritor. Las realidades sociales y culturales que nos rodean son los estímulos, retos, motivaciones, de cientos de escritores del mundo. La vida humana, en general, es la fuente de la que proceden todos los libros. Los libros que han funcionado como textos modélicos en la historia literaria, son aquellos que de modo más fiel y hermoso reflejan la vida de los hombres.

Pero la intimidad del escritor -a la hora de confeccionar un libro- cuenta tanto como esas fundamentales “realidades exteriores” de la vida histórica. El tono del libro, los énfasis, el estilo y el ritmo, dependen, exclusivamente, del escritor. Un libro es como la partitura de una sinfonía; contiene “andantes” y “alegros”, según el talante del escritor. Su estructura no depende de tener o no tener ganas de escribir.

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