Las garras del poder

Las garras del poder

Antes que establecer mi posición ante el poder, deseo señalar, en primer término, que el poder no sólo está presente en la política; lo está también en la vida de familia y en las relaciones obrero-patronales. Si recuerdan aquella cinta cinematográfica “La muerte de un viajante”, me darán la razón.

La historia del ejército del poder, está bien fotografiada en un sinnúmero de dramas y novelas, desde Shakespeare, hasta Sartre, Camus y Brecht; en estos se observa el poder como coordinador de las relaciones humanas. Recordemos, además, que el drama ha sido utilizado desde los tiempos de Roma y Atenas, porque da mayor esplendor su representación, es sin lugar a dudas el mejor medio, el más conveniente para definir claramente los instrumentos que utiliza el poder para ejercer sus dominios, que más de las veces se impone con sus potentes garras.

Macbeth, o la verdadera pasión por el poder, que dicho sea de paso es una pasión humana, capaz de despertar las situaciones más insólitas, tiene hoy día muchos ejemplos y muchos candidatos, que se creen elegidos por Dios para ejercer sus mandatos, y porque, además suelen pensar que su herencia es divina; por eso se aferran a él con garras casi indestructibles, pero ¡cuán desorbitados son los poderosos, que olvidan que la rebelión y la desobediencia al poder están directamente relacionados! aun cuando ellos las condicionen como un delito y pecado mayores, y por eso ejerce la más brutal represión, aunque en su íntima convicción reconozcan que éstas sean justificables, por más que crean los que ostenten el poder en forma ilegítima, su mesianismo no es tal, es tan ilegítimo como pudiera considerarse la rebelión de los oprimidos en algunos casos.

Mientras más ambicioso resulta el poderoso, más fuerte es la tiranía que implementan; es decir se convierte en el máximo tirano que pudiéramos imaginar; desde luego, el tirano siempre paga por parte de sus desafueros y es a medida que aumenta el número de sus crímenes que la soledad del poder lo arropa, lo lleva a desconfiar de todos sus colaboradores.

Es la gran lección que recibe el poder, es un vehículo al servicio del hombre y no un fin al servicio de quien lo ejerce. Desgraciadamente, las tentaciones del poder todos la llevamos dentro, y se manifiesta de manera escalofriante en el lenguaje, en la ostentación del mando y obediencia. Mientras más ignorante es el tirano, el dictador o quien hace de jefe de un Gobierno, más destructivo y malvado resulta este personaje.

Recuérdese la figura de Macbeth o Ricardo III, que describe en sus obras William Shakespeare quien, de los autores que conocemos, es quien trata mejor las veleidades del poder.

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