Las grandes deficiencias nacionales

Las grandes deficiencias nacionales

 FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Las peculiaridades del diario vivir de cada uno de nosotros, los dominicanos y extranjeros que vivimos en el territorio nacional, nos convierten por fuerza de la costumbre y de las carencias en seres excepcionales, que soportamos estoicamente las ignorancias, las ambiciones y el rencor de quienes no han contribuido en toda la historia a enmendar alguno de los errores más elementales, señalados por el deterioro a toda marcha en pleno siglo XXI, de lo que era la familia, la moral y el civismo de cada ciudadano.

La sentencia popular, que se dice a diario, de que somos sobrevivientes viviendo sumergidos en este proceloso ambiente de inseguridades y carencias, y que obligan a utilizar la imaginación de la manera más efectiva que permitan al menos tener un respiro en ese océano de deficiencias para hacer más llevadera la vida en Dominicana.

Por todas partes vemos de cómo prosperan los colegios privados para ofrecer una educación mejor a la que se ofrece en el sector público. Las clínicas privadas se ofertan como la opción más segura para recuperar la salud o tratar de determinados males físicos. Las unidades independientes de generación de energía invaden a todos los sectores para asegurar un poco de energía cada día a las industrias, comercios y hogares. Las empresas prosperan en contra de un ambiente burocrático hostil de quienes consideran que los empresarios son explotadores para acabar con el pueblo. La inseguridad es obviada con sistemas propios de protección de seguridad privada o encerrarse en fortalezas hogareñas protegidas por enverjados de hierro o alambradas de púas  hasta electrificados. Circular por las calles es un riesgo y máxime si se disfruta de un buen vehículo que si ser de lujo es para cubrir las necesidades de cada familia. El temor arropa a la ciudadanía cuando se topa de frente con uno y dos uniformados, que aún siendo miembros de las fuerzas armadas o de la policía, existe la presunción que son delincuentes en potencia y por portar un arma es para asaltar a quien se cree que puede resolverle sus necesidades. Se estimula por todos los medios la ganancia fácil en la comisión de actos ilegales, muchos relacionados con las drogas, o si se disfruta de un cargo público o privado buscar la forma de desfalcarlo de cualquier manera a quienes depositaron sus confianzas en su servidor supuestamente honesto.

Las deficiencias nos rodean por todos lados. Quienes se creían que podían ayudar a enfrentar con decisión esas deficiencias, prefirieron continuar entregado en cuerpo y alma al deporte nacional del clientelismo político para engañar a los demás, ofreciendo villas y castillas, ahora envilecido con el reparto descarado de dinero, enseres y aves, para supuestamente asegurar adhesiones del voto en las elecciones que se aproximan a toda carrera, tal como se observa en la desesperación de los aspirantes presidenciales para no quedarse fuera del pastel gubernamental, que tantos beneficios les aporta a quienes lo detentan o lo han detentado en el pasado reciente.

Nos hemos acostumbrado a vivir en medio de las grandes deficiencias que nos azotan en cada desempeño de la vida cotidiana. Ya tal cosa es natural y va de acuerdo al espíritu de cada dominicano, que no podrían vivir en otras sociedades más organizadas, ya que desde pequeño hay que luchar, pues como niños había que caminar largas distancias para ir al arroyo y llevar el agua de consumo diario. O caminar a las escuelas, precariamente establecidas, casi siempre sin pupitres ni pizarrones. O esperar varias horas de turno en un hospital público, para salir del mismo con medicinas que no le remediaran en nada su mal físico.

Son muchos los esfuerzos de casi todos los dominicanos para desafiar las deficiencias y erradicarlas, pero siempre se choca de frente con el vallador de las ambiciones de los políticos y empresarios, que como es tradición de los últimos 40 años, se agigantan para amargarle a vida a la ciudadanía, de manera que siempre se espera la mano de un líder bienhechor que las enfrente, para lograr agradecimientos de una población. Ahora más que nunca se siente ahogada con el alza constante de los combustibles, que aún así no ha hecho que disminuyan el tránsito por las calles, por el contrario, hay tapones más frecuentes por el aumento de los vehículos en circulación; todavía no se sienten amenazados por un galón de gasolina, que a todas luces, podrían venderse, como regalo de Navidad, a $200 el galón.

El país pareciera que vive gracias a las deficiencias que nos martirizan pero que han estimulado la ingeniosidad de cada ciudadano para enfrentarlas y sacarle más partido aún cuando sea a costa de otros menos motivados y más vacilantes y temerosos de salir adelante. Otros alimentan y estimulan a que las deficiencias no desaparezcan para sus beneficios y son los que han hecho de la política un medio para un aprovechamiento simplemente egoísta.

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