Están peligrosamente extendidas en el mundo de la alimentación. Veamos qué son, por qué son malas, y aprendamos a identificarlas y evitarlas, por el bien de nuestra salud y, en su caso, la de nuestros clientes.
Las grasas parcialmente hidrogenadas, o grasas trans, están basadas en aceite vegetal sometido a un proceso de hidrogenación, en el cual se añade hidrógeno a las grasas, que se solidifican.
Aparecieron hace treinta años para sustituir a las grasas saturadas (procedentes de leche, quesos, carne,…), al asociarse estas a problemas cardiovasculares. Para los restaurantes y fabricantes, tienen la ventaja de su bajo precio, no modificar el sabor de los productos, y no enranciarse.
El problema es que actualmente las trans se relacionan a un mayor riesgo cardiovascular que las propias grasas saturadas a las que sustituyeron. Tan evidente parece ser este riesgo que las autoridades sanitarias de Nueva York han realizado una campaña (carta y folleto a 20.000 restaurantes y 14.000 supermercados y proveedores), para que se sustituyan por otras grasas más saludables.
Algunas investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos concluyen, por ejemplo, que el riesgo de sufrir enfermedades coronarias es un 66 % mayor entre los consumidores habituales de margarina (abundante en grasas trans) que entre quienes no la consumen.
Otras, incluso, afirman que pueden dar lugar a hormonas y paredes celulares defectuosas, con lo que ocasionarían retrasos en el crecimiento y maduración del cerebro.
Estas grasas están ampliamente difundidas en la industria alimentaria y de restauración, por las ventajas que para ellas suponen en precio, sabor neutro y duración.
Se calcula que están presentes en el 40 % de los productos de los supermercados (bollos, galletas, fritos, margarinas,…) y en gran cantidad de restaurantes, ya que son usadas para cocinar, freír y hornear.
Para identificarlo
No hay que fiarse de la indicación «100 % vegetal», pues las grasas trans son vegetales, aunque transformadas.
Lo mejor es mirar la etiqueta y ver si contiene las palabras «parcialmente hidrogenado».
Si es así, conviene cambiar de producto, recordando que las grasas más saludables son las monoinsaturadas (aceitunas, aceite de oliva, frutos secos,…) y las poliinsaturadas (aceites de maíz, soja o girasol, y presentes también en los pescados).
Si somos consumidores, basta con no comprar los productos que contengan grasas trans.
Si somos fabricantes de productos alimenticios o restauradores, debemos poner la salud de nuestros clientes por delante de nuestro propio beneficio y, en un acto de responsabilidad, eliminarlas igualmente de nuestros productos.
Muchos restaurantes y proveedores en nuestra region ya lo están haciendo.
Fuente: Revista Prevenir