Las graves consecuencias de un fracaso de la ronda Doha

Las graves consecuencias de un fracaso de la ronda Doha

Comentario Editorial
POR JORMA OLLILA Y PETER SUTHERLAND*

Cuando la fecha del 30 de abril se ve cada vez más frágil en términos de un acuerdo parcial, la ronda Doha de negociaciones en la Organización Mundial de Comercio  se acerca al precipicio. Persisten las grandes ambiciones, pero el riesgo de que se acabe el tiempo es serio. Los gobiernos y la Comisión Europea sin duda deben estár preocupados en extremo, no solo ante la perspectiva, sino por las consecuencias de un fracaso.

Aunque se lograron algunos avances durante la reunión ministerial de Hong Kong de diciembre pasado, no ha ocurrido nada desde entonces para fortalecer la confianza en que el marco para un paquete final de recortes en las tarifas y los subsidios se pueden concretar dentro del plazo auto-impuesto. Si no hay avances, entonces la probabilidad de que se logre un acuerdo final en el primer semestre de 2007 -para quedar dentro del plazo temporal impuesto por la expiración de la autoridad negociadora de EEUU- sería remota.  

La Mesa Redonda de Industriales Europeos (ERT, por sus siglas en inglés), ha apoyado mucho la ronda Doha. En calidad de líderes de las más grandes compañías europeas, nuestros miembros creen que es esencial hacer avanzar el proceso de liberación de comercio e inversiones en todo el mundo. Más mercados abiertos, reglas y condiciones de comercio más entendibles y una competencia menos injusta son esenciales para un clima de inversiones saludable para las compañías globales. Un clima de inversión saludable -internacionalmente, y en cada país- significa expansión de los intereses, nuevos empleos y un mejor negocio para los consumidores, dondequiera que estén.  

La ronda Doha le aporta a las negociaciones sobre el comercio la dimensión especial del desarrollo. Estamos interesados en promover este aspecto de forma tan abarcadora como sea posible. Esto es porque creemos que todas las comunidades deberían tener la posibilidad de crecer con el mercado global y todas las compañías deberían tener la oportunidad de buscar nuevos mercados con consumidores capaces de comprar sus productos y servicios. La ronda Doha no es la respuesta a la pobreza endémica, pero sí puede generar las oportunidades sobre las cuales se puede fundamentar la reduccuión sostenible de la pobreza.

Imaginar que esas oportunidades pudieran descartarse por posiciones negociadoras miopes- en gran medida dictadas por la atención excesiva de intereses a intereses especiales no representativos- sería imaginarse una tragedia. En los próximos meses, los negociadores de los gobiernos tienen que elevar sus niveles de aspiración y concentrarse en el panorama más amplio que realmente puede fortalecer sus economías. Promover a la empresa que tenga futuro -no proteger intereses que tengan poco futuro o carezcan de el-, tiene que ser la regla que guíe.

La alternativa no es el status quo. Creemos que un fracaso de la ronda Doha dejaría el universo comercial y de inversiones seriamente dañado. La credibilidad del sistema del comercio multilateral está en juego. Es ese sistema -primero, mediante el Acuerdo General de Tarifas y Comercio y ahora a través de la OMC-, lo que ha ayudado a generar mucha de la prosperidad colectiva que hemos disfrutado por más de casi 60 años. Sigue siendo la base para nueva prosperidad para esas áreas del mundo que hasta ahora no han participado o no han cosechado las recompensas. 

La alternativa del éxito al nivel multilateral es una aceleración de los acuerdos bilaterales, y esta tendencia ya es evidente. Las compañías globales, que hacen sus planees sobre la base de una economía global en expansión, no acogen esa perspectiva. Los costos para las empresas en un “caldero de espagueti” de acuerdos de comercio discriminatorios, puede ser elevado.

Nuestras compañías siempre tratarán de trabajar y competir de manera eficaz en un medio negativo de esa naturaleza. Sin embargo, para las empresas que empiezan a andar el camino de la participación en los mercados globales, los elementos desalentadores de un mundo tan dividido, será severos. Parece extraordinario considerar negarle a los nuevos empresarios de las economías en desarrollo las mismas oportunidades que han beneficiado a los negocios de los países industriales avanzados.

Existen otros riesgos graves. ¿Cuál sería la respuesta ante el fracaso de la ronda Doha de los países que están a punto de entrar en la OMC -por ejemplo, Rusia y Vietnam? Siempre constituye una batalla ganar el consentimiento político interno a las exigentes condiciones para ingresar en la OMC. Si se pretende lograr el respaldo, la institución tiene que ser creíble. Uno de los grandes beneficios del acceso es el derecho a participar plenamente en las negociaciones multilaterales futuras. Esta perspectiva tiene que ponerse a salvo.   

China solo recientemente se incorporó a la OMC. Nosotros, los empresarios europeos líderes, vemos a China como una enorme oportunidad de mercado y un motor del crecimiento económico global futuro. Pero cuando miramos esta promesa, también tenemos que reconocer las tensiones que ese desarrollo rápido nos impondrá. Tenemos que saber que el ascenso de China está sujeto a reglas creíbles y factibles. En realidad, no hay otras reglas válidas aparte de las de la OMC. Si disminuyen su importancia por el impacto político de la fracaso en la ronda Doha, nos veremos en dificultades.

Las empresas europeas siguen apoyando la ronda Doha con entusiasmo. Sin embargo, mientras reconocemos los beneficios potenciales de su éxito, la posibilidad de un descalabro nos está mirando directamente a los ojos. Los costos son potencialmente muy elevados y ningún gobierno debería tomar la perspectiva de ese fracaso con complacencia. Es bajo esta luz que esperamos que los ministros de todos los países participantes claves -incluyendo, pero no de manera exclusiva, la Unión Europea- que asuman las posiciones de largo alcance necesarias para facilitar el consenso, en la medida que la ronda Doha se acerca a su punto sin retorno.

*Jorma Ollila es presidente de ERT y presidente y jefe ejecutivo de Nokia. Peter Sutherland es presidente del Grupo de Relaciones Económicas Exteriores de ERT, y presidente de BP.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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