Las huellas de Jeanne

Las huellas de Jeanne

El drama humano dejado por la tormenta Jeanne a su paso por las regiones Este, Noreste y Noroeste del país a mediados del mes pasado parece hacerse indeleble por la inconsistente respuesta de las autoridades.

A casi un mes del paso de la tormenta, la situación de decenas de miles de damnificados se ha hecho desesperante, pues pocas familias han podido reparar sus viviendas, el hambre arrecia y las enfermedades amenazan.

Se sabe que esta contingencia sorprendió al Gobierno instalado el 16 de agosto con serias dificultades financieras, pues encontró las arcas vacías y el presupuesto del presente año virtualmente consumido a destiempo. En esas circunstancias, ha tenido que hacer de tripas corazón para tratar de restablecer la comunicación vial y llevar tímida ayuda a los más necesitados. Sin embargo, el hecho de que la situación vaya de mal en peor por escasez de alimentos, insuficiente ayuda, y que las condiciones sanitarias son propicias para el surgimiento de enfermedades, obligan a reforzar todo cuanto se ha estado haciendo, sobre todo en el Este y el Noreste.

Monseñor Nicanor Peña, obispo de La Altagracia, afirma que todavía hay unas 12 mil familias de Higüey y El Seibo que no han recibido ayuda para reparar sus viviendas dañadas por el meteoro. El párroco de Nagua, Rogelio Cruz, ha dicho que en la provincia María Trinidad Sánchez hay otras 9 mil familias en las mismas condiciones.

II

El drama humano se agrava por el hecho de que muchos centros de trabajo y medios de producción, especialmente factorías de arroz, continúan dañados y está en sus niveles más bajos la oferta de trabajo. Pero no solo eso, pues hay que añadir que la producción de alimentos en las zonas devastadas es prácticamente nula y se hace todavía difícil llevar suministros desde otros lugares.

Como se ve, la situación es verdaderamente difícil y hace falta reforzar la ayuda que se ha estado suministrando a las familias damnificadas. Siempre hemos advertido que hacer duradera la condición de damnificado llega a ser el peor mal que se le puede hacer a las familias de una zona abatida por las fuerzas de la naturaleza.

El Gobierno, las diferentes denominaciones religiosas, las organizaciones empresariales y, en fin, todos, debemos volver la mirada hacia el Este y el Noreste para reforzar la asistencia que hasta el momento se ha estado dando a los damnificados. En circunstancias como las actuales, el hacinamiento, la mala nutrición y las condiciones sanitarias deterioradas pueden convertirse en un ingrediente muy peligrosos para la salud.

Hay que intensificar los esfuerzos para ir despejando la condición de damnificado de mucha gente y acelerar la vuelta a la normalidad de los medios de producción y trabajo y de restauración de hogares mediante un método que integre a los propios damnificados en las soluciones de los problemas de sus comunidades. Hay que despejar las posibilidades de que aumente el hambre, porque sería un caldo de cultivo para el deterioro de la salud, particularmente de los niños.

Definitivamente, hay que tratar de ir borrando las huellas de Jeanne.

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