Las huellas imborrables de un estadista

Las huellas imborrables de un estadista

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Mañana se cumple el primer centenario del nacimiento, en la humilde población de Navarrete, del doctor Joaquín Balaguer, que por más de 70 años impuso su impronta en la vida nacional del siglo XX, dejando transformado al país en todas sus vertientes, unas muy positivas y en otras llenas de sombras y descuidos. No hay dudas que Joaquín Balaguer fue un ser extraordinario, que vino marcado por el destino para jugar un papel protagónico como instrumento superior, para que incidiera de forma determinante en el rumbo que tomó el país a partir de 1961.

Desaparecida la dictadura de Trujillo le cupo al doctor Balaguer la obligación y la difícil tarea de conciliar pasiones, ambiciones y deseos de venganza para que no se produjera un baño de sangre, fruto de los odios y rencores desatados después del final de una larga dictadura que encadenó al país a una sola voluntad.

Como resultado de las elecciones celebradas en junio de 1966, la población se sintió atraída por el llamado de un frágil político, que aparentaba mucha fragilidad y mansedumbre, predicando una revolución sin sangre, y así el doctor Balaguer se vio impulsado democráticamente al poder, e iniciaba el cumplimiento de su sueño de niño, llevando a cabo un proceso lleno de las más curiosas mezclas de libre pensamiento, de la democracia y de la represión.

Esos primeros cuatro años, del primer gobierno constitucional del doctor Balaguer, estuvieron salpicados por la sangre de las rivalidades que habían quedado como resultado de los acontecimientos de abril de 1965. Existía una izquierda cerrada a la sensatez, que creía a rajatabla en el triunfo de la inminente revolución socialista. Ese triunfo socialista se visualizaba al ver de cómo se desarrollaba el proyecto político de Cuba bajo Fidel Castro que había iniciado un proceso de intervención directa o solapada en otros países del continente; en Africa había comenzado una abierta participación de tropas cubanas en los movimientos de liberación de varias naciones de ese continente.

El doctor Balaguer, en esos años finales de la década del 60, al tiempo que iniciaba su impulso a la industria de la construcción con el inicio de los numerosos complejos habitacionales, de mejoramiento de caminos vecinales, escuelas, canales, acueductos y emprender la construcción de la presa de Tavera, incentivaba el reemplazo de importaciones con las empresas que elaboraba materia prima importada. Por igual daba los primeros pasos para el impulso del turismo con el desarrollo de Playa Dorada y la transformación de Samaná y construía el anillo vial del noreste desde Puerto Plata hasta Samaná.

Pero la principal obra del gobierno balaguerista, que era rehacer la economía después de quedar devastada como resultado de los acontecimientos de abril de 1965, tropezó de frente con la feroz oposición de grupos radicales. Estos realizaban asaltos a bancos para abastecerse de recursos, secuestraban personajes para exigir rescates o cambios de prisioneros, y a la vez, asesinaban policías y militares, lo cual produjo una reacción en cadena que degeneró en un baño de sangre hasta 1975.

El doctor Balaguer se elevó por encima de la ola de pasiones y enfrentamientos y pudo sacar al país de su atolladero, creando una fuerte clase media, entronización de la corrupción oficial, sectores más ricos y una clase pobre ilusionada que recibía su apoyo de los planes sociales del gobierno. Así quedó el país listo para practicar su peculiar democracia, que en 1978, elevó al poder un partido, que a partir de ese entonces, se desnudó como la mejor maquinaria para agitar desde la oposición, pero como gobernante es la peor que le podría ocurrir a una sociedad, lo cual quedó demostrado en su desacertada administración del 2000 al 2004.

El doctor Balaguer, llamado por su pueblo, como sucedió en Francia con Degaulle cuando esa gran nación se hundía debido a sus pésimos gobiernos de la década del 50, asumió el poder en 1986 para completar su sueño de niño. Ya con una apertura democrática inusual a su estilo anterior, tropezó con una severa crisis económica fruto de su tozudez, que afortunadamente supo sortearla. Se consolidó el país en la década del 90 con índices de crecimiento superiores al 7% y mantenerlo hasta que en 1996 fue reemplazado por el primer gobierno del doctor Leonel Fernández.

El legado del doctor Balaguer a su país es notable. Todavía resulta incomprendido por las pasiones de muchos, con estrecha visión universal, que rechazan todo lo positivo que ha disfrutado el país desde 1966 pese a sus manchas negras de odios ideológicos. Se sacrificaron a muchos jóvenes y los insinuadores ideológicos de esas muertes disfrutan hoy en día sus maldades rodeados del boato que el mismo Estado, que combatieron, los ha premiado.

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