Las iglesias son buenas reparando ventanas rotas

Las iglesias son buenas reparando ventanas rotas

A principio de la década de los 80 los expertos en políticas públicas y criminología James Q. Wilson y George L. Kelling publicaron un artículo en la prestigiosa revista estadounidense The Atlantic Monthly (El Atlántico Mensual). El título del artículo fue Ventanas Rotas y habría de convertirse en una teoría sobre el crimen que impulsaría las políticas de “tolerancia cero” que se implementarían en algunas ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, que verían descender sus índices de criminalidad durante la última década del siglo pasado. Este fue el marco teórico sobre el cual el famoso alcalde neoyorkino Rudy Giuliani basaría su exitosa gestión de la llamada capital del mundo.
El alcalde Giuliani fue invitado recientemente como asesor por uno de los candidatos a la Presidencia de la República. No sabemos muy bien en qué terminó todo aquello, pero sí sabemos que las premisas del plan que le dio renombre mundial como exitoso gerente público pueden muy bien ser aplicadas en nuestra nación, ahora que todos reconocemos que el problema de la inseguridad se está convirtiendo en un tema de preocupación nacional.
La teoría de la ventana rota (the broken window theory) podría ser resumida en la siguiente cita del artículo al cual hacemos referencia:
“Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio; y, si está abandonado, es posible que lo ocupen ellos y que prendan fuego dentro. O consideren una acera o una banqueta: se acumula algo de basura; pronto, más basura se va acumulando; con el tiempo, la gente acaba dejando bolsas de basura de restaurantes de comida rápida o hasta asaltando coches”.
Lo que sugiere entonces la teoría es que el vandalismo, y aun otros tipos de crímenes más serios, pueden ser evitados con la acción preventiva de mantener los espacios públicos limpios y en buen estado. Iluminar ese callejón oscuro para evitar que se convierta en el sitio preferido por microtraficantes para sus transacciones de droga.
Sin duda esta es una labor que el Estado puede llevar a cabo, pero el Gobierno como tal no es muy bueno entrando en las barriadas. La credibilidad de las instituciones públicas no es deficiente en los callejones. Quienes sí comprenden la vida en el barrio son las iglesias.
Las iglesias de los barrios, tanto católicas como evangélicas, con algunas excepciones, han sido efectivas en la implementación de diferentes programas de asistencia social en lugares donde otras instituciones han fracasado. Las iglesias no solo tienen el tan anhelado Know-How (experiencia práctica), sino que también cuentan con algo que otras instituciones carecen o han perdido: la vocación.
La iglesia es una institución formada para el servicio. Lo ha hecho durante toda su existencia, lo seguirá haciendo en el futuro. Porque el servicio define mejor que nada la misión de la iglesia. No por casualidad los líderes de estas son llamados ministros (servidores).
La iglesia en donde soy pastor (ministro=servidor), Templo La Trinidad de Las Asambleas de Dios, ha sido una aliada del Estado en el servicio a la comunidad por 40 años. Con un dispensario médico que ha atendido a miles de personas en todo ese tiempo, gracias al buen trabajo en equipo de Estado e iglesia local.
Sin lugar a dudas, y basados en los postulados de la teoría de las ventanas rotas, pudiéramos ver a las iglesias involucradas en programas que vayan dirigidos a disminuir la inseguridad en nuestros barrios. Hay muchas formas creativas en las cuales podemos trabajar juntos para hacer de nuestras ciudades lugares con mayor calidad de vida para la población.
Oramos a Dios para que, cuando pase toda esta algarabía de las elecciones, veamos a las autoridades recién electas acercarse a las iglesias para buscar soluciones reales a las problemáticas de nuestras comunidades. Encontrarán allí un cuerpo de gente dispuesta a arrimar el hombro para bendecir a la nación. Brazos dispuestos para reparar ventanas.

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