Las juntas de vecinos: desactivación y desarticulación

Las juntas de vecinos: desactivación y desarticulación

Lo que ocurre con las juntas de vecinos debe estudiarse como  la relación existente actualmente  entre la sociedad civil y un estamento del Estado, el ayuntamiento como gobierno local. Estas organizaciones de la sociedad civil se comportan, según el momento político, en general como  sencillos enlaces entre estos poderes y muy pocas veces, como  representación de la sociedad civil ante el gobierno municipal.

Ese vaivén, que se debate entre la desactivación y/o manipulación y su autonomía resulta, en este momento, ser el comportamiento y el futuro de casi todas las organizaciones de la sociedad civil.  En ese micro organismo, compuesto por individuos que habitan un mismo territorio, se unen voluntades que se proponen defender su calidad de vida, intervenir en las decisiones municipales y algunas veces, pocas, interponerse a esas decisiones por considerar que lesionan, esa calidad de vida.

Esas acciones decididas generalmente después deliberaciones o estudios de impactos se oponen a actividades económicas de la sociedad y, por lo tanto, se convierten en obstáculos o frenos de las mismas. En ese sentido, cuestionan el modelo económico imperante y de profundizar su accionar, podrían llegar a proponer alternativas urbanas, más viables y más humanas. Ahí radican su fuerza, su potencial pero también sus debilidades. Éstas las llevan a comportarse como cogestionarias de los asuntos públicos: sea con el ornato, la limpieza, la recogida de basura son, estos, los espacios donde se doblan voluntades.

Eso ocurrió en casi todas las juntas de vecinos de los municipios actuales, coartando sus posibilidades de cuestionar o modificar las políticas municipales y limitando su intervención. ¿Y es que la democracia actual no necesita organizaciones de la sociedad civil fuertes? Pareciera cierta esa observación, ya que, en la actualidad, nuestra sociedad se estructura con extrañas organizaciones que no cuestionan, algunas comparten poderes y casi todas se inmovilizan y se desvanecen, sea en la vida rural como en la vida urbana; en los barrios, en las fábricas y las escuelas, donde han desaparecido las juntas campesinas, barriales, los sindicatos de obreros y de maestros. Algunos ven, en los grupos juveniles actuales, una luz y una fuerza,  pero también  son las vivas expresiones de la desactivación y desarticulación de las organizaciones tradicionales de la sociedad civil y su grito, una especie de alarma sobre el estado  de (muerte) de nuestra sociedad civil. 

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