Las librerías no cierran: mueren

Las librerías no cierran: mueren

Las librerías son museos de experiencias plasmadas en papel, y más en estos tiempos de cambios constantes donde los conocimientos se extinguen y se sustituyen a ráfagas. Cuando cierra una, deja rastros de soledad. Vidas vacías. No por el valor que genera el comercio del libro, sino por la interrupción cultural.

Cada vez es más evidente la preocupación por la cantidad de librerías que han cerrado sus alas, no solo en República Dominicana, es un asunto internacional. Aumenta el temor a que desaparezca el libro impreso, por ser el producto vital de la dinámica económica de este sector. Junto a esto nacen otros infundidos a la sociedad, argumentos relacionados con la crisis, la falta de apoyo de las autoridades correspondientes e incumplimientos en las leyes relacionadas al libro.

La crisis económica puede influir en la disminución en las ventas de una librería, como sucede en otras áreas, pero no es un factor primordial. El dinero no incentiva la lectura. Leer es un hábito, una práctica que se promueve desde la formación inicial, tanto en el hogar como en los centros educativos, complementado con los programas que se ejecuten desde  entidades independientes y del Estado, encargadas de promoción y gestión cultural.

El inconveniente principal de los libreros está en que venden libros, cuando el producto principal en esencia es la lectura. Entienden los textos como un valor necesario, con costos muy altos, esperan que llegue un alma que necesite espíritu literario, elevar sus ventas en las ferias o la compasión de que el Gobierno adquiera cierta cantidad de obras. Cuando deberían crear acciones adjuntas a la venta del libro, adaptarse a la era digital. Ser competitivos no significa tener un producto que todo el mundo desee o necesite, es adecuar y brindar a los distintos públicos opciones en la obtención de  textos.

A esto se suma también la coherencia que debe existir entre las editoras, librerías, bibliotecas y centros educativos. Una voz unánime que no solo promocione y estimule, sino que construya parámetros de publicaciones. Estamos en una buena época para la lectura, la Internet permite que las personas lean más y aunque no se pueda regular el interés en lo que se deba leer, es tiempo de cosechar, de competir, equilibrar la información inmediata con programas, actividades que reflejen la importancia de transmisión cultural a través de la lectura.

Cuando escucho comentarios como “abren colmadones y cierran librerías” me preocupa la percepción social sobre el acceso a los libros. Son dos áreas que no pueden compararse, porque cada quién decide qué hacer con su tiempo de ocio. No es mejor persona el que lee, que el que toma. Se pueden hacer ambas cosas con responsabilidad y por ello no se va al infierno.

ladyllbalbi@hotmail.com

Las librerías son templos culturales. Pero hay que ser realistas y entender que son también negocios que otorgan beneficios, ingresos. Salvo a que la dinámica económica percibida es mínima frente al gran valor del libro y al aporte social con su existencia. Las personas dedicadas a vender obras son profetas culturales, héroes que luchan por difundir el éxtasis de la lectura.

 

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