Las intensas lluvias de estos días han alterado las condiciones de vida de muchas familias, tanto en las zonas urbanas como en las rurales. Y parece que en el porvenir inmediato seguiremos bajo los efectos de un ambiente lluvioso. El conocido refrán dice que las lluvias pagan sus daños. Entre nosotros es sí y no. Porque en estos días hemos estado viendo y leyendo en los medios audiovisuales y en la prensa escrita las calamidades por las que atraviesan cientos de familias, agricultores y comunidades debido a las consecuencias negativas de las riadas. Para las presas es otro cantar. Las muchas aguas llenan los embalses y la producción energética es mayor y más constante y el almacenamiento del líquido garantiza suplir durante meses las demandas de los sembradíos.
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Ampliemos la mirada para que nos demos cuenta que esta temporada de lluvias está afectando a varios países al mismo tiempo. Tales son los casos de Colombia, de Costa Rica, de Puerto Rico, de Haití, de México y de Cuba. En cada una de estas naciones los daños son cuantiosos y los retos para sus gobiernos son enormes, en dinero, en obras de infraestructura, en vidas humanas, en la agropecuaria y en los servicios eléctricos y de suministro de agua potable. La conclusión es que ahora mismo tenemos varios gobiernos en apuros, quién sabe por qué tiempo.
Aquí tenemos que ver con buenos ojos la reacción rápida de distintas agencias gubernamentales, cuyos técnicos y funcionarios están visitando los lugares más afectados, evalúan los daños y procuran dar respuestas para, por lo menos, paliarlos y ocuparse de las personas. Esperamos que la asistencia necesaria sea la adecuada y que las soluciones sean duraderas. Los afectados suelen necesitar reparar los daños de viviendas, escuelas, centros hospitalarios, las carreteras y caminos vecinales, restaurar los servicios eléctricos y de suministro de agua potable dañados, y el acompañamiento emocional. Ojalá que así sea.