Las luchas por el poder

<p>Las luchas por el poder</p>

  M. DARÍO CONTRERAS
La lucha por el poder saca a relucir los peores atributos del ser humano. Con razón sentenció Henry Kissinger que “el poder es el afrodisíaco más fuerte”. El que detenta el poder puede pasar por alto muchas cosas, pero nunca un intento de privación del mismo. Se dice que la sombra que proyecta el poder es como la del nogal, “no deja crecer nada bajo su sombra” (Antonio Gala). Nuestra historia parece confirmar afirmativamente estas apreciaciones, ya desde el mismo inicio de nuestra Primera República.

 El General Pedro Santana prohijó la elección al solio presidencial de Buenaventura Báez en 1849, la primera de las cinco veces que ocupó Báez la Primera Magistratura de la República. Sin embargo, al final de sus primeros cuatro años Santana logró desterrar a Báez mediante un decreto que lo expulsó a perpetuidad del territorio dominicano, acusándolo de los peores crímenes contra la seguridad de la República mientras era Presidente.

 En la Segunda República, después de la Guerra de la Restauración hasta la Ocupación Norteamericana de 1916, algo parecido ocurrió entre el General Gregorio Luperón y el General Ulises Heureaux, pues el segundo, pupilo y discípulo del primero, se alzó contra la hegemonía nacional de Luperón, le humilló e hizo que éste se auto desterrara para vivir en Curazao y allí enfermarse de muerte.

Todavía en la Segunda República tenemos los casos de ruptura entre Horacio Vázquez y Juan Isidro Jiménez – y éste último, a su vez, con su brazo armado, Desiderio Arias – y sucesivamente entre Vázquez y su primo hermano Ramón Cáceres (Món) y, en la Tercera República (1924 en adelante), entre Vázquez y su Vicepresidente Federico Velázquez, para concluir con la traición de Trujillo a Vázquez en el 1930. Luego de la muerte de Trujillo, que algunos llaman a este período como la Quinta República, la historia reciente muestra cómo Joaquín Balaguer logró descartar e imponerse a todos los que querían sucederle en el mando, como son los casos de sus vicepresidentes Francisco Augusto Lora y Jacinto Peynado, e igualmente a Víctor Gómez Bergés y a Fernando Álvarez Bogaert. Los únicos que sobrevivieron del entorno de Balaguer fueron Carlos Rafael Goico Morales y Carlos Morales Troncoso, que no aspiraron al cargo máximo o quizás lo pudieron disimular muy bien, lección aprendida del doctor Balaguer, quien nunca le mostró a Trujillo ambiciones ni de dinero ni de poder.

En cuanto al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), están los casos de ruptura y/o distanciamiento entre Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco y luego entre Francisco Peña Gómez y Jacobo Majluta, y recientemente entre Hipólito Mejía y Hatuey Decamps. En cuanto al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), han ocurrido disensiones y rupturas, pero las diferencias al cabo del tiempo han logrado superarse, como son los casos de Max Puig, Vicente Bengoa y Rafael Alburquerque, para mencionar sólo tres. ¿Podrá el PLD superar una potencial división en el caso presente de una abierta disputa por la nominación presidencial para el 2008 entre el actual presidente Leonel Fernández y Danilo Medina? Si el PLD logra superar esta verdadera prueba de fuego para su supervivencia, como partido político que se reputa diferente a los demás, del presente y del pasado, esto mostrará que se encuentra imbuido de principios institucionales sólidos y, además, que está preparado para impulsar verdaderamente la reforma del Estado y gobernar por muchos años más.

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