Washington.– La ugandesa Deborah Jane, de 42 años, pidió asilo en Estados Unidos después de sufrir un ataque con ácido en su país natal en 2014.
“Después de lo que pasó, supe que era hora de salir de Uganda”, dice afligida Jane que, desde entonces, no ha podido ver a sus cuatro hijos.
“Tenían que venir en 2017 pero como el Gobierno de (Donald) Trump decidió cancelar las reunificaciones familiares de refugiados, aún no he podido volver a estar con ellos”, relató Jane, quien tiene el 50 % del cuerpo quemado, en una conversación telefónica con periodistas.
“De haberlo sabido, no hubiera venido aquí”, lamentó la mujer de 42 años con motivo de la celebración hoy el Día de la Madre en Estados Unidos, festividad que se hace el segundo domingo de cada mayo.
A finales de diciembre, un juez federal de Seattle (Washington, EE.UU.) ordenó que se reanudaran las llegadas de familiares, pero cinco meses después Jane no ha recibido ninguna actualización de su caso.
La ugandesa, que reside en Columbus, en el estado de Ohio, recuerda- “Este es mi caso y el de miles de madres que se encuentran en la misma situación».
Otra mujer que participó en la conversación fue la mexicana Karina Ruiz, que vive con miedo de ser deportada y está cansada de tener que luchar cada día por seguir cerca de sus hijos, que viven con ella y su marido en la frontera que separa el estado de Arizona y México.
“El miedo a ser separada de mis hijos es real. Por eso tengo que venir cada dos por tres a Washington a presionar al Congreso para que nos dé una solución permanente”, apunta Ruiz, que es beneficiaria del programa migratorio de Acción Diferida (DACA) y directora de la Coalición Dream Act de Arizona.
DACA es un programa que protege de la deportación a unos 690.000 jóvenes indocumentados, conocidos como “soñadores”, que llegaron a EE.UU. siendo niños, permitiéndoles residir y trabajar legalmente.